Selección de textos: José María Pallaoro
Fechas Memorables
Enciendo el cigarrillo
y el humo es una rosa
Enciendo la rosa
antes de que muera la ceniza
Muere la ceniza
y quedan mis dedos
con la rosa en V
Destierro
Una rosa de los vientos
que gira como una ruleta
sin detenerse jamás
Sur
Buenas costumbres
Cómo hacer rosa para elevarte
o caer hasta ese placer
que no destruye
Cómo caes o te elevas
sin que nada en ti semeje
una caída o una ascensión
Sobre todo
cómo haces para levitar
sin ir de una ventana
a la misma ventana
Armas tácticas
Por algo te han puesto allí
en el tallo digno
para protegerla
Eres partidaria de la paz
y tu táctica es defensiva
No te le subas a la cabeza
y la destruyas
Expansionismo de la Rosa
No te basta tu jardín
te atrae también el jardín vecino
Rompes el cerco
y la tarde se llena de sangre
por el combate de los pétalos
Afortunada te apropias de pétalos ajenos
y los cargas sobre tu arruinado color
A tu regreso el color te pesa
como el universo
aunque esté vacío
De: Apuntes de historia, 1986
---
Elementos de botánica
Las plantas carnívoras (celebradas más por
la literatura que por la botánica)
no devoran a los seres humanos
Se trata en realidad de una especie
que posee órganos para atrapar sólo a los
insectos
Éxodos
Se emigra para volver (o no) y contar
la historia
Durante veinte años el hombre en soledad
envía a sus padres retratos de su mujer
y su hijo inexistentes
Ahora sólo quiere estar seguro
de que sus padres han muerto ya
Para que la historia quede intacta
Torcaz
Un día prohibieron la caza de
palomas
A ti te excluyeron
No te queda más que seguir anidando
en los árboles más altos
Diccionario de dignidades
1.
Allende: Voz proveniente del latín ellum inde que
significa como adverbio de la parte de
allá y como preposición más allá de y de
la parte de allá de
2. (Omisión ética)
Pino: Árbol de la familia de las abietáceas
con flores masculinas y femeninas que tiene
por fruto la piña y por semilla el piñón
Su tronco es elevado y recto
-------
_____
Pinocho: Muñeco de madera de nariz puntiaguda y por
cuyo rostro pueden correr lágrimas de condena
o de vergüenza
Diana
Toque de clarín al amanecer para despertar a
la tropa
Punto céntrico de un blanco de tiro
Nombre de muchacha argentina
Primero de Mayo en Piazza Goldoni
Por Corso Italia viene el cortejo
de los trabajadores
Al frente la banda de policía
con la música de la Internacional
Hay otra plaza
la lluvia y los paraguas metidos
para siempre en la retina infantil
y aquellos pañuelos blancos
que queman
Trieste, 1980
La muerte de un pequeño poeta de bien
Cuando yo muera (escribió) mi polvo
se confundirá con el polvo del cual
germinará la rosa y el eco de mí voz
se renovará con cada música
Toda la noche atronaron los cañones
y el aire se volvió multicolor
con las luces de bengala
Pero la batalla era pequeña y el hombre
cayó en tierra yerma
Decisiones mínimas
Transplantaremos branquias a los hombres
¿Para qué río o mar?
Les pondremos alas
¿Para qué cielo?
Llegaremos a eliminar la muerte
¿Para qué vida?
De: Cortar por lo sano, Libros de Tierra Firme, 1987
---
--
-
Juan Octavio Prenz nació en La Plata en 1932. Vivió en Belgrado entre 1962 y 1967. Vive en Italia desde 1975. Ha desarrollado una importante labor como traductor al español de la poesía yugoslava. Publicó numerosos trabajos críticos sobre literatura hispanoamericana y la literatura comparada. Entre otros publicó los libros: Cuentas claras, Apuntes de historia, Habladurías del Nuevo Mundo, Cortar por lo sano, etc.
--
---
Juan Octavio Prenz / El señor Kreck
El poder y el absurdo
El poder y el absurdo
De cómo alquilar un departamento derrumba súbitamente el concepto de normalidad.
Por Veronica Bondorevsky
Página 12 / Radar Libros Domingo, 15 de Abril de 2007
El señor Kreck / Juan Octavio Prenz / Losada 312 páginas
Por Veronica Bondorevsky
Página 12 / Radar Libros Domingo, 15 de Abril de 2007
El señor Kreck / Juan Octavio Prenz / Losada 312 páginas
Los modos de identificación social –las huellas dactilares, el registro de firmas, el archivo policial, el fichaje– son una de las tantas formas que tiene el poder para contrarrestar el anonimato de los ciudadanos. Así, cada individuo deja de ser anónimo para el Estado y, por extensión, cesa, en tanto incógnita, de representar o guardar un secreto. Ahora bien, si esas coordenadas propias de las sociedades modernas se ven atravesadas por la lógica de la sospecha y de la conspiración con la que los regímenes totalitarios (y democráticos también) identifican a lo diferente, es factible preguntarse sobre la naturaleza de esa lectura conspirativa. El señor Kreck parecería retomar esa cuestión, enmarcada, en este caso, en el contexto de la última dictadura militar en la Argentina. Rodolfo Kreck, el protagonista, es un hombre cercano a los sesenta años que trabaja desde hace largo tiempo en una empresa de seguros. Casado, fiel, buen vecino del barrio de Ensenada, discreto en los comentarios y un tanto solitario... lo que se suele decir un hombre con una vida “normal”.
Un día, Kreck decide alquilar un pequeño departamento en La Plata, ciudad en la que trabaja. No hay una razón explícita para su decisión. Pero Kreck llevará a cabo esta iniciativa –un acto personal, inusual– en secreto. El protagonista no la comparte con nadie; ni siquiera su esposa sabrá que él pasa una cantidad de horas a la semana en ese lugar. Esta decisión oculta –anónima, si se quiere– se hace pública por un hecho policial.
Y Kreck –un ciudadano que a lo largo de los años no se ha involucrado en nada que no haya sido su trabajo y su familia– es apresado, ya que la policía –el Estado– lo considera sospechoso –un “subversivo”– por alquilar un departamento.
La novela de Juan Octavio Prenz plantea una paradoja a través de este protagonista: un ciudadano apolítico que termina siendo leído por el poder como alguien políticamente amenazador... Y, por el otro, también subyace la idea de que un ciudadano apolítico, en cualquier sistema, es una entelequia.
La novela reconstruye la historia de Kreck y la de su detención. Pero, en tanto policial, establece –a sabiendas– un significado incierto, enigmático, de los sucesos. No hay una justificación ni una razón sobre lo que ocurre: no se argumentan las conexiones lógicas de los hechos; básicamente, porque carecen de sentido (en la historia y en la vida).
Prenz –un argentino que hace treinta años vive en Europa– ha preferido describir ese sin sentido a partir de una pluralidad de voces: la del narrador, la de la víctima y la de su entorno. Pero asumiendo lo inexplicable y lo absurdo de la detención y la sospecha. O, en un punto más extremo, lo inefable de toda historia de vida, en este caso la de Kreck, y las lecturas incompletas o falaces sobre ella.
Así, El señor Kreck se sumerge, a la manera kafkiana, en una búsqueda por lo incomprensible de la experiencia, en la que la lógica del poder es enigmática para el protagonista, para su entorno y también para el lector.
Un día, Kreck decide alquilar un pequeño departamento en La Plata, ciudad en la que trabaja. No hay una razón explícita para su decisión. Pero Kreck llevará a cabo esta iniciativa –un acto personal, inusual– en secreto. El protagonista no la comparte con nadie; ni siquiera su esposa sabrá que él pasa una cantidad de horas a la semana en ese lugar. Esta decisión oculta –anónima, si se quiere– se hace pública por un hecho policial.
Y Kreck –un ciudadano que a lo largo de los años no se ha involucrado en nada que no haya sido su trabajo y su familia– es apresado, ya que la policía –el Estado– lo considera sospechoso –un “subversivo”– por alquilar un departamento.
La novela de Juan Octavio Prenz plantea una paradoja a través de este protagonista: un ciudadano apolítico que termina siendo leído por el poder como alguien políticamente amenazador... Y, por el otro, también subyace la idea de que un ciudadano apolítico, en cualquier sistema, es una entelequia.
La novela reconstruye la historia de Kreck y la de su detención. Pero, en tanto policial, establece –a sabiendas– un significado incierto, enigmático, de los sucesos. No hay una justificación ni una razón sobre lo que ocurre: no se argumentan las conexiones lógicas de los hechos; básicamente, porque carecen de sentido (en la historia y en la vida).
Prenz –un argentino que hace treinta años vive en Europa– ha preferido describir ese sin sentido a partir de una pluralidad de voces: la del narrador, la de la víctima y la de su entorno. Pero asumiendo lo inexplicable y lo absurdo de la detención y la sospecha. O, en un punto más extremo, lo inefable de toda historia de vida, en este caso la de Kreck, y las lecturas incompletas o falaces sobre ella.
Así, El señor Kreck se sumerge, a la manera kafkiana, en una búsqueda por lo incomprensible de la experiencia, en la que la lógica del poder es enigmática para el protagonista, para su entorno y también para el lector.
**
En: Revista Literaria Azul@rte: Editor y Poeta, Jaime SEREY / http://revistaliterariaazularte.blogspot.com /
Traducción: Hugo BeccaceceArticulo: http://www.lanacion.com.ar / 29/04/2007
Elogio de la ausencia
El señor Kreck (Losada), del escritor argentino Juan Octavio Prenz, residente en Trieste, es, en apariencia, una novela de tema histórico sobre los años de la última dictadura. En verdad, se trata de una notable parábola sobre la vida invisible en cuya miseria uno se refugia para buscar abrigo contra la vacía insensatez de la condición humanaDostoievski decía que sus libros y personajes habían nacido, al igual que casi toda la gran literatura rusa de su tiempo, de una manga de "El capote" de Gogol; análogamente, El señor Kreck , la singular y potente novela publicada recientemente por Juan Octavio Prenz, desciende, con inconfundible originalidad, de aquel brevísimo cuento de Hawthorne, "Wakefield", que hace años Borges, en una página genial, había arrancado de la sombra y resaltado en toda su grandeza.
.
En el cuento de Hawthorne, el protagonista desaparece un día de su casa y se va a vivir, ignorado y dado por muerto, en un escuálido barrio limítrofe, en una especie de universo paralelo e incoloro; desaparece no para huir de la gris cotidianidad burguesa y abandonarse a exaltantes experiencias vitales, sino, por el contrario, para existir un poco menos, para confundirse con el lento fluir de los días, para ser Nadie.
.
Esas cinco o seis páginas de Hawthorne son una parábola de la ausencia, de la vida invivible en cuya miseria uno se refugia para encontrar, como en una terapia homeopática, un abrigo contra su cruel y vacía insensatez. Una parábola puede permitirse -si tiene la fuerza poética- la grandeza pero también el lujo de condenar lo esencial del significado, separado de su épica integración en los hechos históricos de la realidad humana, social y política. Esa tarea -en este caso, la tarea de enfrentarse con la nada que chupa la vida, apresándola en la realidad cotidiana, en las relaciones familiares y sociales, en la historia que siempre exige o pretende tener sentido- espera a la novela y es una tarea poéticamente ardua. Con El señor Kreck , Prenz ha logrado traducir la parábola en novela, convertir en novela -o sea en una concreta historia política y moral- la ausencia; ha logrado, con gran intensidad, hacer hablar a la negación, a la negativa; dar voz a la opacidad de la nada.
.
Como su autor, que desde hace muchos años vive en Trieste, también el señor Kreck es un argentino de origen istrio-croata, de aquella Istria plurinacional poéticamente evocada en la novela, sobre todo por medio de la figura del padre y de la ciudad de Pisino, Pazin, célebre en una época por su liceo. Kreck es un hombre tranquilo; un padre de familia felizmente casado, un asegurador que desarrolla su trabajo con una meticulosa seriedad, nacida probablemente de la indiferencia pero más eficaz y escrupulosa que la pasión. Aborrece -pero pacíficamente, sin siquiera reparar en ellas- las discusiones; es contrario a los compromisos políticos; absolutamente confiable, parece encontrar en el silencio y en la elusión, en el correcto, indiferente respeto a las normas y a las formas, el modo más decente de atravesar aquel polvo de los días, los equívocos, la extrañeza, que es la vida.
.
Con mano ligera, con una sabia y poética ligereza de toque unida a una precisión protocolar de fisco austríaco o de diario kafkiano, Prenz logra representar la vida (afectos, trabajo, pensamientos, sentimientos) en su normalidad, no por cierto amada pero profundamente respetada, y en la misteriosa penumbra que la vacía de sentido y le confiere una mitigada, pero no por ello menos delirante irrealidad.
.
Un buen día, el señor Kreck les alquila, a espaldas de todos, un departamento a dos ancianas hermanas que viven en el culto del padre, ilustre ornitólogo, de su orden y de su buen nombre. Todo eso se aviene perfectamente a las exigencias del señor Kreck, a su anarquismo tan profundo que evita cualquier gesto de rebelión, cualquier desorden transgresor. Nunca se sabrá por qué el señor Kreck ha alquilado ese departamento; la motivación más obvia -una relación extraconyugal- es la mentira que él quizá dirá, al final, a la mujer, para salvar las apariencias de una normalidad (aunque en este caso sea burguesamente desdoblada y censurable) y esconder su verdadero, inaccesible silencio, esa soledad y esa extrañeza sabiamente enmascaradas, por respeto a los otros y a sí mismo, detrás de las formas más tradicionales.
.
Nunca se sabrá verdaderamente el motivo de esa segunda doble vida -vacía, pero más regular, habitual e irreprensible que la de su casa-. Su secreto llega a saberse, más aún, se convierte en una asombrosa noticia pública, porque se entrelaza con la lucha política argentina, con los choques entre militares y terroristas y con la feroz represión del régimen de los generales. Kreck es arrestado porque se sospecha que su departamento es una guarida para los terroristas y sus rehenes. Prenz enlaza genialmente un suceso metafísicamente privado, la odisea de un yo que se vacía manteniendo decoro y dignidad, con la virulenta epopeya de la sangrienta y siempre excesiva historia sudamericana, con la crónica de las brutales violencias policiales, con las criminales y angustiosas detenciones abusivas de los asesinos de Estado. La verdadera historia sanguinaria alcanza dimensiones míticas, como en la grandiosa escena del funeral del terrorista hijo de un alto oficial que forma parte de los represores, una grotesca escena en la cual los verdugos y los perseguidos rinden el mismo homenaje, pero por razones opuestas, al difunto, con esa cínica e irónica poesía de la muerte que es una pietas frecuente en la literatura sudamericana.
.Un hecho "apolítico" por excelencia se enlaza con la política más candente, de la que por otra parte -y en eso consiste la más creativa originalidad del libro- la primera es el revés, como el negativo de una fotografía. Prenz no ha escrito una novela sobre la dictadura militar argentina, a la que se opuso (escribiendo sobre Diana Terugi, una desaparecida, y dejando el país cuando el régimen triunfó); ha escrito una fábula seca y, al mismo tiempo, mítica y grotesca, como lo hizo ya con la espléndida Favola di Innocenzo Onesto, il decapitato . También en su nuevo libro la historia está contada desde múltiples puntos de vida, por un narrador omnisciente y desde la perspectiva subjetiva de la mujer del señor Kreck, por voces que se integran y se superponen, en el vocerío mismo de la vida, que inventa y deshace todas las historias así como el agua corroe las barcas y los mascarones en la Ensenada de Barragán de su infancia, inmortalizadas en su Figura di Prua. La novela concluye con más verdades posibles, pero sobre todo con una no explicación, con un diálogo que no tiene lugar entre el señor Kreck, finalmente liberado de la cárcel, y la mujer. Cierto es que Kreck, salido de prisión y vuelto a casa, no abre la boca, sale de nuevo y no vuelve más. Pocos libros hacen tocar con tanta fuerza y sobriedad la ausencia que nos envuelve y hace de cada uno de nosotros, en muchos momentos de nuestra vida, alguien que en realidad se ha ido, que ha salido para siempre.
.
En el cuento de Hawthorne, el protagonista desaparece un día de su casa y se va a vivir, ignorado y dado por muerto, en un escuálido barrio limítrofe, en una especie de universo paralelo e incoloro; desaparece no para huir de la gris cotidianidad burguesa y abandonarse a exaltantes experiencias vitales, sino, por el contrario, para existir un poco menos, para confundirse con el lento fluir de los días, para ser Nadie.
.
Esas cinco o seis páginas de Hawthorne son una parábola de la ausencia, de la vida invivible en cuya miseria uno se refugia para encontrar, como en una terapia homeopática, un abrigo contra su cruel y vacía insensatez. Una parábola puede permitirse -si tiene la fuerza poética- la grandeza pero también el lujo de condenar lo esencial del significado, separado de su épica integración en los hechos históricos de la realidad humana, social y política. Esa tarea -en este caso, la tarea de enfrentarse con la nada que chupa la vida, apresándola en la realidad cotidiana, en las relaciones familiares y sociales, en la historia que siempre exige o pretende tener sentido- espera a la novela y es una tarea poéticamente ardua. Con El señor Kreck , Prenz ha logrado traducir la parábola en novela, convertir en novela -o sea en una concreta historia política y moral- la ausencia; ha logrado, con gran intensidad, hacer hablar a la negación, a la negativa; dar voz a la opacidad de la nada.
.
Como su autor, que desde hace muchos años vive en Trieste, también el señor Kreck es un argentino de origen istrio-croata, de aquella Istria plurinacional poéticamente evocada en la novela, sobre todo por medio de la figura del padre y de la ciudad de Pisino, Pazin, célebre en una época por su liceo. Kreck es un hombre tranquilo; un padre de familia felizmente casado, un asegurador que desarrolla su trabajo con una meticulosa seriedad, nacida probablemente de la indiferencia pero más eficaz y escrupulosa que la pasión. Aborrece -pero pacíficamente, sin siquiera reparar en ellas- las discusiones; es contrario a los compromisos políticos; absolutamente confiable, parece encontrar en el silencio y en la elusión, en el correcto, indiferente respeto a las normas y a las formas, el modo más decente de atravesar aquel polvo de los días, los equívocos, la extrañeza, que es la vida.
.
Con mano ligera, con una sabia y poética ligereza de toque unida a una precisión protocolar de fisco austríaco o de diario kafkiano, Prenz logra representar la vida (afectos, trabajo, pensamientos, sentimientos) en su normalidad, no por cierto amada pero profundamente respetada, y en la misteriosa penumbra que la vacía de sentido y le confiere una mitigada, pero no por ello menos delirante irrealidad.
.
Un buen día, el señor Kreck les alquila, a espaldas de todos, un departamento a dos ancianas hermanas que viven en el culto del padre, ilustre ornitólogo, de su orden y de su buen nombre. Todo eso se aviene perfectamente a las exigencias del señor Kreck, a su anarquismo tan profundo que evita cualquier gesto de rebelión, cualquier desorden transgresor. Nunca se sabrá por qué el señor Kreck ha alquilado ese departamento; la motivación más obvia -una relación extraconyugal- es la mentira que él quizá dirá, al final, a la mujer, para salvar las apariencias de una normalidad (aunque en este caso sea burguesamente desdoblada y censurable) y esconder su verdadero, inaccesible silencio, esa soledad y esa extrañeza sabiamente enmascaradas, por respeto a los otros y a sí mismo, detrás de las formas más tradicionales.
.
Nunca se sabrá verdaderamente el motivo de esa segunda doble vida -vacía, pero más regular, habitual e irreprensible que la de su casa-. Su secreto llega a saberse, más aún, se convierte en una asombrosa noticia pública, porque se entrelaza con la lucha política argentina, con los choques entre militares y terroristas y con la feroz represión del régimen de los generales. Kreck es arrestado porque se sospecha que su departamento es una guarida para los terroristas y sus rehenes. Prenz enlaza genialmente un suceso metafísicamente privado, la odisea de un yo que se vacía manteniendo decoro y dignidad, con la virulenta epopeya de la sangrienta y siempre excesiva historia sudamericana, con la crónica de las brutales violencias policiales, con las criminales y angustiosas detenciones abusivas de los asesinos de Estado. La verdadera historia sanguinaria alcanza dimensiones míticas, como en la grandiosa escena del funeral del terrorista hijo de un alto oficial que forma parte de los represores, una grotesca escena en la cual los verdugos y los perseguidos rinden el mismo homenaje, pero por razones opuestas, al difunto, con esa cínica e irónica poesía de la muerte que es una pietas frecuente en la literatura sudamericana.
.Un hecho "apolítico" por excelencia se enlaza con la política más candente, de la que por otra parte -y en eso consiste la más creativa originalidad del libro- la primera es el revés, como el negativo de una fotografía. Prenz no ha escrito una novela sobre la dictadura militar argentina, a la que se opuso (escribiendo sobre Diana Terugi, una desaparecida, y dejando el país cuando el régimen triunfó); ha escrito una fábula seca y, al mismo tiempo, mítica y grotesca, como lo hizo ya con la espléndida Favola di Innocenzo Onesto, il decapitato . También en su nuevo libro la historia está contada desde múltiples puntos de vida, por un narrador omnisciente y desde la perspectiva subjetiva de la mujer del señor Kreck, por voces que se integran y se superponen, en el vocerío mismo de la vida, que inventa y deshace todas las historias así como el agua corroe las barcas y los mascarones en la Ensenada de Barragán de su infancia, inmortalizadas en su Figura di Prua. La novela concluye con más verdades posibles, pero sobre todo con una no explicación, con un diálogo que no tiene lugar entre el señor Kreck, finalmente liberado de la cárcel, y la mujer. Cierto es que Kreck, salido de prisión y vuelto a casa, no abre la boca, sale de nuevo y no vuelve más. Pocos libros hacen tocar con tanta fuerza y sobriedad la ausencia que nos envuelve y hace de cada uno de nosotros, en muchos momentos de nuestra vida, alguien que en realidad se ha ido, que ha salido para siempre.
3 comentarios:
Apreciado José María:
No solo que no me molesta, sino que me pone contento de ver publicados mis poemas. Gracias.
También me ha puesto contento ver reproducidos dos textos sobre mi última novela.
Me parece muy bien el trabajo que estás haciendo.
Un abrazo
me emocionó mucho éxodos.
Gracias, Octavio.
M.S.P.
Buenaa. Acabo de postear sobre Prenz posteando aquí. Cordiales saludos.
Publicar un comentario