Horacio Preler: Alguna vez habrá que abandonar la casa y otros poemas



SÍMBOLOS

Un extranjero recorre las calles
de una ciudad desconocida.
El misterio se encierra
en los extraños laberintos.
Los hombres pasan unos junto a otros,
sólo los viejos conocidos se saludan
con las ceremonias de costumbre.
Nos entendemos pobremente,
apenas delineamos los contornos del gesto
articulando símbolos heroicos
para superar el desamparo.


LA PARED

Todas las mañanas un hombre
levanta las paredes de su casa.
Sube a los andamios; el sol brilla en su piel.
Abajo, sus hijos juegan en la arena.
Está solo.
Quizá piensa en la mujer que tuvo
o en la época en la que fue feliz.
Cuando termina su trabajo,
recoge sus herramientas
y regresa por el mismo camino que llegó.


EL SEÑOR GIANNI

Todas las tardes junta las hojas
que el viento ha volteado
y las mete en un hoyo.
Enciende una fogata y espera.
Después riega las plantas,
va de aquí para allá
atento a cada extraño brote,
cuidando que todo crezca en orden,
que nada perturbe su labor,
como un dios que no ha perdido la esperanza.


LA MUERTE DE UN POETA

Un poeta muere como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Abandona entonces a sus hijos,
sus afectos y sus pequeños lujos:
su infancia,
la carta de un amigo
y algunos libros que lo encallecieron.
Además,
los poemas que nadie escribirá por él.


BARATIJAS

El fuego arde y la materia es un axioma.
La energía engendra las cosas más extrañas,
las telarañas, los papeles,
el ojo denigrando la figura,
las puertas sin cerrojo,
la contextura ósea.
Hay personas mirando el horizonte
en una visión hueca,
puerto que recibe barcos cargados de riquezas
para rendir países,
monarcas que gobiernan un pueblo de fantasmas.
Los sueños ofrecen la ventaja de las cosas sencillas:
humildes baratijas
para vender en el mercado.


CASA VACÍA

Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías,
muebles, aparatos usados, buscando explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.
Entonces encontrarán escobas en todos los rincones,
trapos de piso, humedad,
los restos de comida que han quedado en el plato.


RESIDUOS DE LA MUERTE

Vivimos la soledad como un dufunto ser
que ha muerto en lugar apartado.
Nos quedan papeles, diaarios escritos
en épocas lejanas, también objetos sin valor,
gastados trajes, cajones sin cerrojos.
En la noche tomamos una escoba
y juntamos las cosas inservibles.
Todo lo colocamos en una bolsa inmensa
que se llena hasta el borde,
que pesa,
que nos duele,
que entragamos al primer extraño que lo pida.


LOS VIEJOS POETAS

Los viejos poetas intercambian poemas
como un duro oficio de cancelar el hambre material
y el pan sagrado, blsfemando entre dientes.
Esgrimen una lágrima espesa
sobre el diciionario agresivo
y un duro caminante dibuja en la hierba,
repitiendo la vieja lección de los maestros :
debe escribir un salmo.
En papeles diversos se dibujan
instrumentos de viento
que entonan canciones en idioma extranjero,
pecado capital que se castiga con la muerte
o el olvido. Como un juego de naipes
recobran del pasado acertijos aprendidos
en un oscuro circo de provincia.
Sacan de un sombrero una paloma blanca
y terminan la charla con un combate
cuerpo a cuerpo y la triste desidia
de los que esperan la palabra olvidada.
El profeta presagia la muerte
y cuando la noche llega
el niño balbucea un tema repetido,
escrito en una vieja máquina del tiempo
por un juez que esgrime la palabra
como la Tabla de la Ley.


OTRO DÍA

Sólo amamos las palabras sencillas del verano.
El agua corre por los campos
y el cuerpo se desliza por las horas,
como el hueso colocado sobre otro hueso
o el viento cuando acaricia los jardines.
El ojo sueña que otro ojo lo mira
y descubre el paisaje y el árbol y la nube.
Sobre nuestras cabezas hay un resplandor desconocido
que purifica los puentes de la noche.
Debajo, sobre el lecho del río,
una gaviota tiene en su pico un pez
que ha robado a las aguas del tiempo.


ZONA DE ENTENDIMIENTO

A veces pensamos que la soledad
es una cosa que podemos manejar
como si fuera una materia inerte.
Vemos la claridad desde la ventana
mientras la brisa mueve las cortinas.
El perro duerme debajo de la silla
y las horas pasan
como un ciego tanteando las baldosas.
En la mesa se amontonan libros y papeles.
Entonces nos acomodamos en un rincón
y buscamos imágenes de un paisaje ignorado.
Todo el silencio regresa de la calle
y se sitúa en la casa.
Nada se mueve, nadie habla.
La tarde es un atajo,
una zona de entendimiento
que nos mira desde la eternidad.


LO OSCURO

Cuando escribe viaja por sus años
y descubre parajes que no había conocido.
Desde el comienzo del mundo
la locura era tan clara
como un amanecer de verano.
La brisa de la mañana corría por las calles
cruel como la mirada del asesino.
Entonces la paciencia de la sangre
retornaba a los borradores de la vida
y, sigilosamente,
inclinaba la balanza hacia lo oscuro.


ORDEN

Es bueno lavar los cuchillos en primer lugar,
todos juntos,
luego limpiar los tenedores,
todos ellos,
y, finalmente,
pasar a las cucharas,
para que la tarea sea más prolija,
para que sea más fácil
poner en orden el universo.


EL CAZADOR

El cazador da de comer a su presa
y tiene el arma preparada.
Apunta hacia el objeto dorado de la memoria
y la destruye.

En laspuertas del bosque
la hoja caida no comprende al otoño ;
sobre una rama
yace el cuero del tiempo.

Con un pez en su mejilla
el moho de la muerte
levanta su hocico hacia el cielo
y luce como una rosa en la tiniebla.

El río está seco
y hay que armar un laberinto
para atravesar su cauce.

Nadie labra su piedra en la oscuridad
ni detiene su lengua
cuando la palabra es su oficio.


CERCA DE MÍ

Cerca de mí,
todo está cerca de mí.
Los libros de la vitrina,
las hojas en blanco
y las reminiscencias de la noche.
Cerca está la vida despojada,
los recuerdos que estructuran el alma
y la mirada que partió.
Cerca, muy cerca está la lluvia,
la solitaria lluvia.


ALGUNA VEZ HABRÁ QUE ABANDONAR LA CASA

Alguna vez habrá que abandonar la casa,
en ella crecerán los pastizales
y nacerá la hierba.
Pero en lo profundo perdurará un recuerdo,
y surgirá una flor
cuyo perfume nadie conocerá.


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Selección de poemas jmp, de los libros: “Lo abstracto y lo concreto”, 1973; “La razón migratoria”, 1977; “Lo real, nuestra casa”, 1991; “Oscura memoria”, 1992; “Zona de entendimiento”, 1999; “Silencio de hierba”, 2001; y “Aquello que uno ama”, 2006.

Horacio Preler nació en 1929 en La Plata, ciudad en la que reside.

Fotos: Archivo de la talita dorada.