Reflejos (Selección)
Publicado en el espiniyo, revista de poesía nº 5/6
Por siempre Igor
Nieve
Grandes, alegres copos de nieve caen y caen, y cubren senderos, árboles, cabezas y hombros de personas... El ralo parque invernal ilumina con su blancura el melancólico atardecer... La pareja muy joven corre, ríe, moja sus botas de felpa, salteando montículos de nieve, no cree en el futuro, ¡le basta su endeble felicidad! No presiente aún que después de vivir largamente juntos, uno morirá antes y el pequeño parque, sumido en la nieve, brillará para el otro como una promesa perenne.
Ternura
Suben la colina boscosa, a través de la enmarañada vegetación. Hay ya pocas hojas en los árboles, pero las coníferas permanecen lozanas, con ramas hasta el suelo. Se acurrucan debajo de un abeto, muy abrazados, guareciéndose del viento nórdico y se hablan en susurros hasta que se encuentran dormitando, cansados de pronto.
Él se despierta primero y a la luz de la borrosa luna mira el rostro de niña desnutrida y contiene la respiración para no despertarla. Ella no duerme ya, pero sigue con los ojos cerrados, sumida en la tibieza de su mirada, de su abrazo... No sabe todavía que ese es el momento más feliz de su vida.
Vida
¿Te he soñado, vida? Pasaron meses, años de cotidiano apuro; imperceptiblemente cambió el ser, la sonrisa, se opacaron los ojos, se apagó su luz interior. La pesada carga de la desesperación arqueó los hombros y arrancó el llanto de las entrañas ¿Habrás apoyado alguna vez la cabeza en su hombro, besando la curva de su mejilla? ¿O sólo lo soñaste? ¡Gracias, oh, gracias por el sueño!
Conjuros
Todo el tiempo en mi alma está presente tu ausencia, ya nunca, nunca seré feliz... Están tan cerca, -¡y tan lejos!- la serena vida, encendidas discusiones y pequeños gestos amables, tu risa, las manos grandes y tibias... Para aprender a conjurar los recuerdos que se amontonan en mi cabeza y me torturan, recurrí a simples palabras, a voces y verbos que me salvan y me socorren... a veces. Porque en la vil memoria se yerguen similares conjuros que usé antes -tan efectivos durante muchos años- para alejar de ti todo mal, toda desgracia. Pero ahora.., ¿para qué?
Anochece
Se prenden velas del anochecer y tu imagen resplandece... Percibo el hilo milagroso e invisible de distancias, despedidas y encuentros, y me parece que ya no tendré angustias ni dolor, porque las ánimas nuestras se sumergen en la primavera, como en una fuente purificadora. Estas conmigo caminando por el estrecho sendero, canturreando ensimismado... Allí está la piedra, enorme piedra limítrofe, donde nos vamos a separar…, pero ¿a dónde irás? ¿a dónde? Ahí, en la piedra está escrita la palabra.
Desolación
En el horizonte lívido del amanecer se dibujan nítidamente las líneas paralelas del cableado. Es el cuadro perfecto de la desolación que no se sabe por qué produce un espasmo en la garganta. La sensación de la soledad es total, no parecen existir personas, árboles, hogares... Sólo una fina raya rosada extendida a lo largo de la nube transparente, que promete vida nueva.
Villa Elisa, 2001-2003
Irina Bogdaschevski, hija y nieta de rusos, nació en Belgrado, Yugoslavia, en 1927. Es lingüista, especialista en idiomas eslavos, traductora, escritora, poeta. Ella y su familia en 1944 fueron llevados por los nazis a trabajar a Austria, haciéndolos pasar antes por el campo de concentración de Matthausen, donde murió su madre por falta de atención médica. Después de la guerra comenzó sus estudios universitarios, se casó con Igor y en 1949 con su esposo y su pequeño hijo viajaron a Argentina. En nuestro país trabajó para el diario La Opinión, para el Centro Editor de América Latina y luego para otras editoriales. Escribió estudios preliminares y realizó traducciones de muchos escritores y poetas rusos de todos los tiempos: Pushkin, Turgueniev, Goncharov, Tolstoi, Dostoievski, Chejov, Ajmátova, Blok, Maiacovski, Tzvetáieva, Mandelstam, Pasternak, Tarkovski, Bródski, Ajmadúlina. En sus traducciones Irina siempre intenta preservar la rítmica armonía y el estilo de la prosa y de los poemas originales. Publicó en 1991 un libro de cuentos cortos, Imágenes al negativo, y en 2001 la plaqueta Impreso por ardor. Desde 1966 vive en Villa Elisa, partido de La Plata. FOTO: Irina en la redacción de El espiniyo, City Bell, 2006.
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