Norberto Silvetti Paz, Lo primero es el viento


CANTO

Lo primero es el viento,
que recoge el suspiro de tu boca,
y lo lleva —profético—
por sobre los desiertos del aire, hasta los muros
donde la eternidad es una hiedra
que pende hacia el azul, y donde el día
florece a lo alto entre la antigua nieve,
y va la vida en calma
como por su jardín que el sol envuelve
de silencioso fuego.

Y luego el canto, el frágil
señor de cuanto dice
por ti la tierra, el cielo, y el infierno,
cuando te aprieta, último, solidario
el frío anillo de la muerte
clavado en ti como la misma vida:
oculto y tenso
señor de cuanto miras, es el canto;
señor de cuanto dices es el viento
que repite tu nombre y te propaga
como un ídolo extraño
que golpea tu frente, y lanza el eco
de tu nombre al olvido.


ARTE DE AMAR

Penetro en la mujer y escucho
si la voz interior soñada
debajo de álamos y sauces
es nuestra voz, y si la imagen
que el Amor inventó coincide
con el rostro que en mí reposa,
con la respiración suspensa
y el mar cerrado de los ojos suyos,
y el ritmo de su mente.

Furtivamente bajo a ella, escucho
el asiduo rumor marino
que el choque del mar con la arena produce,
cuando náufragos despertamos
de algún interrumpido sueño:
costa independiente y lejana
—dorada costa, acógeme—
egoísta de pura entrega,
me parece de pronto, sin árboles,
sin nada maternal, rocosa.

En tinieblas mi mano
quisiera ser la tuya: el rostro
que acariciaba era de pronto el mío,
y ese caer de toda ligadura
que definí en secreto cual esencia
del puro Amor, era mi abismo,
porque en el fondo de él estaban
las sucesivas muertes,
los golpes numerosos, el pasado
en la clausura frágil de una idea
de pervivencia personal, y el lento
ritmo de un corazón
cuyo motivo era su nombre. (Oscuros
son los caminos del Amor, oscuros
y circulares.)
                       Tras el vuelo
descubres que tenías
tu propia mano aprisionada, el beso
besó tu propia boca, y el reposo
eran tus propios músculos cansados,
sus voces tu palabra y ella misma
tu nombre y tu figura, su sonrisa
cualquiera de las tuyas
cuando, al atardecer, sentado
frente a un antiguo texto o frente
al espejo que te devuelve
más viejo que quisieras,
fina, secretamente le sonríes
al rostro imaginario, imaginado
de la que más lejana que tú mismo
en tu propia soledad reposa.




En: “Naranjos de fascinante música. Poesía contemporánea de amor en La Plata”, Libros de la talita dorada, 2003. (De “El mundo extraño”, 1956). (De “Ensayos elegíacos”, 1968).
Norberto Silvetti Paz (Tucumán, 6 de junio de 1921 – La Plata, 3 de febrero de 2005). Traductor, poeta. Vivió en City Bell. Publicó en poesía: "El mundo extraño", 1956; "Las noches y la pena", 1957; "La tribulación y el Reino", 1959; "Poemas", 1961; "Ensayos elegíacos", 1968; "Cifras, signos, estaciones", 1976; "Y nadie me responde", 1982; "La noche de Odiseo", 1995.