Mario Porro: Jarrón chino y otros poemas de “Sucesión del ser” y “Tropos”


selección de textos de “Sucesión del ser” y “Tropos”: José María Pallaoro



De: “Sucesión del ser”, 199
8

selección de poemas: José María Pallaoro


Romance


¿Quién anda
por la orilla?

Nadie
¿No es nadie el río?

Malecón gimiente
Vida oscura
¡Junco estremecido!

Cernidas
por el agua
dos sombras
han pasado
Se alejan
vuelven vuelven
Tocan nuestros pies
Allí el musgo vive
trabaja
adormece
atrapa
Sordo

No importa el tiempo
Pasarán años
El río estará
seco
Tal vez el amor
vuelva


Qué sentido

Alguien hay detrás de mí
Camina
Aprieta el paso

Hace tanto tiempo
que no existe
No es nada
Sólo apoya
sostiene
las distancias
entre ser no ser

¡Árbol pájaro
aire mariposa
agua pez
hombre tierra
fuego!

Qué sentido
la vida
en este cosmos
Casi indiferente
que deja
Sentir
Amar
Desear
Y pone alguien
detrás de mí
Que empuja
para que no abandone


Este otoño

a Andrea, Gastón, Julián, Josefina, Sol

Hay
pájaros
oscuros
tímidos
entre las hojas

Trinos apagados
Despedidas
indecisas
solemnes
Cristalizadas
Roces
Temblores
“Una hoja
que no volverá”

El arrullo
es amor
recogido
voz entre plumas

Cuál vida
es la vida
¿El pájaro
que sigue
la hoja
que cae?


Amigos


Hombro a hombro
empujando
diferencias
¿Quién a quién
hace
deshace?

Amigos del camino
Vertiente
de amor
Soledades
de arrobo
Contactos

Despedidas
Angustias
del misterio
para siempre

Te amaba
Me amabas
¿Y ahora?


Jarrón chino

a Abelardo P. A.

La mariposa
llega
se apoya
sobre la flor
Liba

Cuando se va
la flor
despierta
Mira
como su sueño
se aleja
agitándose
voluptuosamente
El aire
se llena de rubor

Estoy allí
Ojos semicerrados
Siento
una brisa
apenas
sobre las sienes

¿Habrá en el universo
ahora
otro hombre
otra flor
otra mariposa?



Posdata:
Dedico esta edición a José Luis Mangieri
por su amor a la poesía
M.P.




De: “Tropos”, 2000

selección de poemas: José María Pallaoro


Casi un haiku de otoño, 1997

El cielo
envejecido
indiferente
nos mira

Andamos
entre las hojas
oxidadas
Antípoda
de sí

Hay un perfume
agrio
¿Es de las flores?

Pienso
en las alegrías
de ayer y de hoy
que en el oscurecer
no se distinguen

Así nuestras sombras


Día de invierno

Un silencio
cruel
hace más
el frío

Tenemos el fuego
La llama

El calor corre
nuestra piel
como olvidada
Sólo sabemos de ella
el viento

Recuerdo
una vez
Perfumes
Colores
Pájaros de alegría
Mariposas

Hoy temblor
de ave
Antepasados
Vida sumada
Rescoldo
de universo

¡Oh imágenes
imágenes!

Vidas invernales
Otras
Escondido fervor
de las cenizas


Noche transfigurada
a Schöenberg

Cae mi
realidad
en el cuerpo
de la noche

Acaso
es mi sueño
Cerrar los ojos
abrirlos
Dejar la mirada
sin objeto
Que la imagen
se hunda
en lo lejano

¡Oh anterior sentimiento
sin recorrer!

Amor sin cosecha
No hecho
No construido
Esperador imposible

Sesgo
del vivir

Sé de la luna
sobre los árboles altos
que estremecen
Y tengo miedo
Existir
en la penumbra


Migas

Migas
de pan
en la mesa

Perdido mirar
Escaleras
del tiempo
Lugares
vacíos
Rincones
de asombro

¿Qué es
la inocencia?

De pronto
una voz
¿De quién?
Reúne
la inasible
ternura

¿Fuimos tan pequeños?

Nuestro nombre
era otro
¿Tan de amor!

Las miguitas
lo esconden
Sonríen
a un brillo
fugaz

¡Oh tanto ver
empañado!


La carta


a la luz de la luna

Pierrot mi buen amigo
si me prestas la pluma
una carta te escribo
A. Bertrand


Amor mío
No te duelas
por mi soledad

Ella cuida
de mi asombro
Me protege
de la distracción
Anuda
mi ser
a su estar

Empuja
por las venillas
interiores
Rosas azules
Como en las medusas
hasta que ya son
agua
cielo
luz
calor errático
espacio tiempo

Piensa en mí

Envuelve
todo el amor
que he juntado
Quiero llevarlo
al universo

Dejarlo
A la espera
de aquel
que dirá
¡Ah eres tú!
Lo sabía


Casas

Qué cerca es
la casa
que vivió
mi infancia

Qué cerca
de allí
la que ahora
acompaña
mis tiempos últimos

Las bolitas
el trompo
barriletes
Stravinsky
Bártok
Debussy

¡Ah las moscas
rubias verdes
en el fondo
del jardín
de John Perse!

Tejidos
de emoción
que rodean
ese tiempo
y lo esconden
de la nada


Mundos

Las luces
del techo
llegan
al fondo
de mi taza
de té

Estrellean
rostros
manos
inmensos jardines
Senderos iridiscentes

Siluetas de tristeza
se rompen
en cada gota
encandilada

Los amigos
beben
charlan


¿Vacío?
a Einstein

Otrora
el tiempo
era
como un silencio
que escapaba

Hoy
es universo encarnado
donde nuestras vidas
ordenan
sus vientos

A las ciudades
los campos
las estrellas

Quizá
abran una flor
lenta en el vacío
y el silencio
de un amor
lo sorprenda


La cena
a Leonardo, a mi padre

Solo


El silencio
corre por las sillas

Ellos se han ido
has escapado
por las ventanas
Pájaros
libres

El pan en la mesa
ya no los reúne
Cada uno
es él

Yo los recuerdo
los veo sentados
Celebran
juntos
¡Ah sus gestos!

Ahora me duele
la mano
en la mejilla

Casi luz
las sombras
retornan

El amor
se sienta
en cada silla
El pan
La mesa

Solo

¿Qué pregunta
es la ausencia?


Eterno retorno 
Canción oriental

Las ramas
del sauce
caen
caen
Cabellos
del cielo

El húmedo amanecer
dejó
las gotas
en cada hoja
que con la brisa
rielan
el arroyo

Ahora en el sol
las oigo cantar
“Volveremos
volveremos
¡Tanto hemos amado!

¡El cielo
las nubes
las hojas
el agua
serán la fiesta!

Y así
la vida


Suelo de junio

Las hojas
de otoño
y el pasto verde
están aquietados
como amándose

Los zorzales
picotean
pedazos de cielo
y de sol
Juegan

Oboe sin aire
la tristeza
pasa
entre las hojas

Sólo mi fervor
estremece
¡Cuántos soles!
¡Cuántos dioses!
Para esta calma
que mi vida
reconoce
ahora
como un inefable
entre el tiempo y el espacio

El aire
en celo
espera
el viento


Tropo ambiguo

No te inquietes
Sólo es la sombra
de tu ser
que tienta
por tu noche

No preguntes

Haz como los árboles
Esperan
que el cielo
los abrace
y les diga
invierno verano
primavera otoño

Total tal vez nunca
sepas
del carozo
o la flor

¿Por qué
estás solo?
Sin embargo
vives
envuelto
en los demás

Cómo ellos
te ahogan
Cómo sin ellos
mueres

Espera
igual que el árbol
que el cosmos te abrace
¿Lo sabrás?



Mario Porro nació en Trenque Lauquen (Provincia de Buenos Aires) en 1921. Desde muy pequeño vivió en La Plata y en City Bell, donde murió en 2001. En 1938 ingresó a Radio Universidad Nacional de La Plata como técnico operador, llegando a ser Jefe de Programas, Director Artístico y Director de la emisora. En 1963 creó, para difundir la poesía, el grupo editor de la revista “Espacios”. Publicó los libros de poemas: “Búsqueda por el amor” (1950); “En amor por el tiempo, el tiempo” (1956); “La vigilia y la roca” (1957); “Entremundo” (1960); “Mundo despierto” (1983); “Sucesión del ser” (1998) y “Tropos” (2000). Dejó un libro de poemas inédito.

NÉSTOR MUX: El poema es ese pájaro desdichado y luminoso y otros poemas


Selección de poemas del libro “Como quiera que sea”: José María Pallaoro


Identidad

Si la poesía no alcanzara revelaciones
y apenas fuese ademán inconcluso
porque depusimos armas ante el desaliento

la mirada de qué extraño cadáver
quedaría frente a nosotros
brillando en el espejo.


Imposibilidad de la palabra

El poema es ese pájaro desdichado y luminoso
que desde la tierra de nadie de nuestro corazón
atraviesa las infinitas miserias del mundo.

Pájaro de las denuncias y las ásperas maravillas
volando para llevar consuelo a seres
con los que no podremos compartir nuestra mesa
ni el ademán más íntimo, pero que posiblemente
vibren en una misma cuerda de intensidad,
desgracia y plenitud.

Pájaro que cuando las palabras
se nos quedan solo en palabras,
se encierra en el desamparo de nosotros
porque hemos sido rebasados
por eso que nos asfixia o nos levanta
y que se llama vida.


De buena fe

Inundados por la luz o el desacierto de la palabra,
reencontrados por el amor y la alegría,
vituperados por el prójimo más cercano,
acorralados por nuestras furiosas torpezas,
alcanzados por el antojo de la eternidad
o por la justicia del olvido,
pero de buena fe, como única coartada.


Obligaciones

Para que la mediocridad
no gane la insignificancia
de nuestros espacios,
con furia hermosamente inútil
cuidamos que no se seque
el árbol viejo de la luz.


Fuego interior

Como si se tratase de una puerta
hacia la felicidad, aún continuamos
haciendo caso al fuego interior que nos precipita
y caídos o extranjeros o convertidos
en nuestra propia condena
nuevamente ofrecemos un corazón sin excusas.


Razones

Porque nos hemos resistido a sólo
consumir y prosperar como el resto del mundo.
Porque aún guardamos una memoria
para los muertos que adornan, para nadie,
las zanjas de esta cruel ficción llamada patria.
Porque todavía no se nos mezclan del todo
los variados rostros del verdugo
con el único rostro de la criatura humana.
Porque debemos, a nuestro juicio, lealtad a la palabra
y hablamos cada día con mayores silencios
hay en nuestras mesas alcoholes formidables,
ademanes de patética sinceridad
y risas que dejamos escuchar como pedazos de pan
cayendo al fondo, pero sólo mientras tanto.


Flores

La tierra se ha cerrado
detrás de las ventanas.
Los alcoholes se han gastado
como las palabras y ningún cuerpo
busca ahora la música del otro cuerpo
porque dan paso a la tregua de la noche.

Aún así – sin sonidos ni voces –
algo escuchamos que confirma
nuestra manera insensata de estar vivos:

son las flores del pensamiento
creciendo en su altura, sin descanso,
hacia el fondo insomne de nosotros.


El espacio de cada uno

Porque cada hombre
debe continuar reclamándole
a la vida el propio espacio sagrado
que le corresponde desde el principio

probarnos a nosotros mismos
que la campana mutilada
de la razón y la inocencia
continúa volando en medio
de la infinita sordera de la tierra.


La mala conciencia

Cuando nos sentimos
en menos armonía con el mundo
el mundo parece mirarnos
con los ojos de nuestros hijos.
Entonces creemos que el mundo y nosotros
nos preguntamos a quienes pertenece
toda esta gran vergüenza,
mientras ellos – lejos del mundo y de nosotros –
juegan al porvenir sin hacer preguntas.


Aprendizaje

Pasamos eternidades
aprendiendo a vivir,
consumiéndonos
en aproximaciones o aciertos
que hagan de nosotros
seres palpables, conclusos

para aceptar un día
no haber advertido ese sol
que baja en el patio de nuestra casa

y que nos obliga a comenzar, una vez más,
el aprendizaje desde el principio.


Sólo fantasmas

Desde lo más hondo
se van abriendo paso impunemente
hasta instalarse en el centro de nosotros.

Como dulces fieras o ángeles pavorosos
vuelven a recobrar los pedazos de sí,
dejándonos a cambio el oprobio
que les dimos o las maravillas efímeras
que a nuestra vanidad se le antojaron inmortales.

Sólo fantasmas recorriéndonos hasta el final,
para que no olvidemos nunca que nuestras vidas
están construidas también con la memoria,
el estupor y la carne borrosa de esas muertes.


Ella siempre

Con ella naufragamos muchas veces
y combatimos otras tantas
por reconquistar la paz que merecemos.

Con ella nunca dejamos de intentar el cielo
a pesar de saberlo apoyado sobre esta tierra
cada vez más difícil.

Con ella soy, somos y son nuestros hijos,
sin más armas que las que nos da
este profundo e inexorable deseo de vivir.

Con ella, lejos de la melancolía del mundo,
nos perpetuamos en el amor
por esa luz tenue, humilde, pero empecinada
que nos alumbra por dentro y que no quiere apagarse.

de Cómo quiera que sea (1978)

--
Néstor Mux: Cuando vinieron las lluvias y otros poemas
Hace 40 años Néstor Mux publicaba “Nosotros en la tierra”.

El poeta nació en La Plata el 22 de octubre de 1945. En
AROMITO lo homenajeamos en el día de su cumpleaños con algunos poemas de “Nosotros en la tierra”.
___
Y al llegar la noche...

Y al llegar la noche
nos encontramos con el otro cuerpo,
extendido, húmedo y abierto hacia nosotros
como un pequeño valle de hierba feliz...
___

ROBERTO THEMIS SPERONI: La araña está tejiendo a su capricho y otros poemas



Selección de textos: José María Pallaoro


La araña está tejiendo a su capricho


La araña está tejiendo a su capricho,
a su voz, a sus patas de neblina,
y tiene, como el mundo, una verruga
de silencio en el límite del cuerpo.

Me ha visto y nos hablamos en la tarde,
nos decimos de araña y hombre solo,
de caza y de trapecio, de la gente,
de cualquier cosa igual a las arañas.

Y mientras discurrimos, una mosca
ha llegado al principio de la tela.

(de “Paciencia por la muerte”, 1963)

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Al fondo de mi casa, en un baldío


Al fondo de mi casa, en un baldío
que aloja madreselvas y tacuaras,
envases, desperdicios y cadáveres
de madera fungosa; en un terreno
que un día fue patrón de las legumbres,
señor de las albahacas y el tomillo;
que tuvo un verde comercial y hermoso,
viven, con un chillar de porcelana,
las ratas que conozco. Por las noches,
a la lumbre bubónica del ojo,
con sigilo mental, siempre arrastrando
el calvo fleco en tubo de sus colas,
vagan entre geranios y hojalata,
erizadas de celo y amoníaco,
salivoso de hambre el diente agudo.

No me sorprenden ya. Sobre el cianuro
viven aún, rabiosamente invictas,
chispeando como piedras cenicientas
arriba de mis cejas, a los lados
de mi probable corazón, adentro
del hipnótico rombo de mi sangre.

Mis hijos las apartan, las persiguen,
les derraman aceite, las castigan
con afiladas llamas; mis hermanos
cavan anchos zanjones, tapan bocas
y clausuran hediondas galerías.
Pero vuelven al cabo de otra noche,
invaden mi silencio, y con jadeos,
se aposentan allí, donde yo canto,
allí, donde yo estoy cantando ahora.

(de “Solo canto de hierro”, 1975)

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La gente que lo espera, las abejas


La gente que lo espera, las abejas,
el maestro rural, las herraduras,
la pródiga vejez de las anguilas,
los silos, el abismo de las aves,
el caballo frontal de la memoria,
no quieren alejarse de su rostro,
del polvo azul que sube por sus sienes.
Hacen bien. El hierro, si florece,
logra estrechar el corazón, la sangre,
el vientre de la luz. Para saberlo,
va mi padre final pisando estrellas.
Viene de la razón. Entre sus brazos,
hay gaviotas y ruedas cardinales.

(de “Padre final”, 1964)

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Me he llevado a mi casa, para siempre


Me he llevado a mi casa, para siempre,
los libros de la hierba, los complejos
pergaminos del aire, los glaciares
manuscritos sonoros del granizo,
y me he puesto a leer, usando anteojos
de madera traslúcida, contento
de estar así, salvando y desligando
la dominante lengua de los meses.

Tengo un lugar, adentro de mi casa,
apoyado en dos troncos, sostenido
por mi entrecejo austral de jabalina.
Y estoy cómodo en él, mientras las horas
se parten como lentas avellanas
y en la cocina hay ruidos comestibles,
olores de tomillo, cuchicheos
de nobles y ferrosas cacerolas.

Leo sin fatigarme. Soy un alto
zapador de lectura, un fervoroso
jinete de lo cierto,
un hombre que procura dilatarse
para poder hablar con los certeros
lustradores del pan, con los antiguos
fundidores del pan y sus principios.

(de “Padre final”, 1964)

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¿Quién me puede prestar una botella


¿Quién me puede prestar una botella,
una paloma, un banco de cerezo,
y una miga de pan y un árbol solo,
para cantar a todo lo que amo,
lo que me quitan por estar desnudo?...

¿Quién me puede ofrecer un hueco infame
junto a las cucarachas y al residuo,
debajo de la muerte, en lo más triste?...

No preciso otra cosa. No deseo
lugares victoriosos. Solamente
un pedazo de paz, una tranquila
región donde poder mirar las nubes.

(de “Paciencia por la muerte”, 1963)

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Hoy 29 de septiembre se cumplen ochenta y seis años del nacimiento del poeta citibelense Roberto Themis Speroni (1922-1967), fallecido un día antes de cumplir los 45 años.
Imagen de cabecera: poema inédito de Roberto Themis Speroni, fechado el 2 de diciembre de 1943.

VERÓNICA RODRIGUEZ: Soy yo la que escribe poesías y otros poemas



urge una última dignidad:
asumir sostener
contra cualquier pretensión humanitaria
que, en verdad,
no hay más dolor en el mundo
que el que causa el desdén,
el propio

vean el hambre más feroz:
la espera de esa migaja, su respuesta
la tortura más inmoral:
su amor en otros asuntos

si ya no hubiera muerto
más de cinco o cien veces
de estas y peores cosas
rogaría a gritos
por el áspid, la cicuta…

pero no: soy
la mujer fénix
nutriré mis raíces con raíces más amargas
dormiré mi siesta con Morfeo
o su hermano o su amigo
lloraré lo increíble lo indecible lo imposible
vestiré y sonreiré de luto
todo el tiempo que quiera
porque soy la dueña del tiempo de dolor

y saldré a escena otra vez
otras veces
me pondré el traje de seda
rojo de seda
para llamar al ronco animal
al bruto al necio
lo tentaré lo llamaré a dolerme
(lo haré con el mismo u otro nombre)
porque soy la dueña del coraje de dolor

pero no es el dolor
soy yo
la que escribe poesías.

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voces

dejaré en una silla el pañuelo
que defendió mi cabello del viento
llevaré mis pies hasta la arena
(extrañaré un café)
probaré cantar
pero no habrá voz
porque para pensarte
acostumbré el silencio
y estoy tan muda de gritar tu nombre
que en vano pruebo recordar
los nombres de las cosas del mundo

el mar dirá las cosas
pero yo oiré tu música

el mar
hablará de otros hombres
de otras mujeres
de hombros que duelen bajo maderos
de manos callosas en un puerto
de bocas infectadas de delaciones
de vientres cóncavos y convexos
de pies torturados o sin rumbo

qué mezquina me volvería amarte
qué vacía pasearía mi vida en esta playa
si no te dedicara -como lo hago-
las lágrimas que lloro por el mundo.

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­_________________________________________________________

ciclo

me quedo pensando
en la hoja, el árbol
en la tierra

pienso en su diferencia y equivalencia
esenciales
y vuelvo a mí mis propios ojos

pienso en mi canto
que no es menos esencial
que inútil

pienso en tus ojos
que no me reconocen más
ni de otro modo
que este mismo modo mío
de distinguir una hoja, las hojas

pienso en lo breve, lo fútil, lo imperceptible
y en esta impaciencia del tiempo
que se va y no da crédito
ni importancia a mis planes

el ciclo
se sucede
vuelvo a pronunciar mis deseos
como si contemplara una mágica fuente
con una moneda entre los dedos
los digo al aire y al viento
pero ya no me engaño:
un día seré una hoja
más
en el suelo
y ni yo recordaré
mis pasados colores
y poco importará
cuántos sueños haya cumplido
o incumplido

____________________________________________________

cartón

he trabajado duro
para domar tu imagen
he jurado ignorarla
y ella, que ahora es más obediente,
se ha comprometido
con firmeza
a ya no desvelarme

he debido explicarle
que pasaré de ella
y de su dueño
por el tiempo que reste en la aventura
de hallar un ser amable

la he escrutado a los ojos largamente
con la luz de la rabia:
no he logrado encontrar
ni aún un atisbo
de mella en su altivez
-sigue sonriendo-

ahora que se marcha
descubro sin embargo
que apura el paso…
teme
que me atreva, ahora sí,
a retenerla un instante
para rasparle un ángulo
para ver cabalmente
-libre ya del opio o del encanto-
que mis dedos se ensucian
con un dorado tinte.

__________________________________________________

carcelera

te descubro una vez más
usando mi nombre
decís en mi voz y en mi nombre
las palabras los vestidos
de seda

nadie te pregunta
la mordaz respuesta
ensayás repetís ensayás
nadie escucha el retruque
altisonante
la fanfarria retórica
tu virtud edulcorada

esta tarde
harta de oquedades
quisiera saber los ojos
las manos el miedo
de la verónica
llorosa
-no la llorante-
de la magdalena
que en el fondo
tiene sed de esa lluvia de piedras

y quisiera no desear saber todo
decir todo parir todo
quisiera felizmente ignorar
el libre argumento
o el capricho
de la lágrima, la piedra
y que fueran libres de caer
de mí...
a mí...

¿la mujer que me invento se parece a mí
o bien
la mujer me inventa
porque no sabe cómo
parecérseme
porque no me conoce?

quisiera verme las verdaderas manos
el dolor la fibra el sueño
quisiera saber cómo amaría
si de verdad estuviera enamorada
quisiera dejar la literatura
para otra vida
y vivir
sin la mujer que me estudia
que me hace
que me escribe.
Libre
del estúpido disfraz tras el cual
un día me oculté tan bien
que ahora no me encuentro.

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no será

tira –inocente- del hilo
desteje, desrama, deshoja
el árbol, el libro, el hijo

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la soberbia

te hice de barro con mis propias manos
y te soplé un alma de mi propio aliento

pero nunca amaste
porque no soy una diosa

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MASAI

Como esas mujeres espiga
de barro y cuentas
collares y dientes
huesos y vestidos encendidos
yo daría uno, mil saltos al cielo
para encantarte
en esa tierra negra y feroz
saltaría
saltaría
saltaría
hasta que me miraras
y con el cráneo al sol
exhibiría mi amor y mis virtudes
saltaría
saltaría
a la vista de todos
siguiendo el ritmo
de un raro tambor interno
sin fatiga saltaría
hasta que al fin
en un instante
olvidara
porqué
salto
salto
salto
salto
y me amara a mí misma

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Verónica Rodriguez nació en Buenos Aires (1973) pero vivió en Puerto Madryn gran parte de su vida. Ahora está radicada en La Plata. Es una de las organizadoras y poetas que participan en las “Colgadas de Poesía” que se realizan en las plazas de nuestra ciudad desde el año pasado. Es profesora en Letras egresada de UNLP y dicta clases en algunos colegios de La Plata. También trabajó y trabaja como correctora de revistas, libros y textos académicos.

HERNÁN PAS: La estupidez del tango y otros poemas


El aire se espesa en el socavón
quedo, y a los pulmones llega
con un resto de incertidumbre
que traduce las miradas apenas
entrevistas por la luz de los cascos
que visitan la mina. Se reinicia allí
la historia de la viuda que custodia
día a día el porvenir de los obreros.
(No hay blanco ni verde, rojo ni azul
en el trabajo elemental del carbón
en las células). El derrumbe es acto
puro en la memoria familiar, fábula
en la demótica sintaxis de los credos:
mujeres ya no entran desde entonces
a ese vientre horadado de la piedra.

El relato no alcanza, sin embargo,
a cautivar las almas que allí miden,
incrédulas, capacidades netamente
humanas.

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Aspecto físico de la república Argentina
y caracteres, hábitos e ideas que engendra


La velocidad no permite reparar que las chapas
de zinc, bajo el sol del mediodía, hierven
el hedor del verano, y recorta en pocos
minutos las hectáreas que al costado de la ruta
cultivan ácaros en forma de desechos:
latas oxidadas, botellas partidas, montañas
de neumáticos que en un humo denso
esparcirán su condición de abandono.

La velocidad escalda los ojos, sólo
contornos avanzando hacia atrás
como una película en retroceso.

Niños sucios y cubiertos de harapos
con una jauría de perros
pueden
verse, sin embargo, cada tanto,
entre la desalineada arquitectura
de las precarias casillas y los postes
que ceñirán de luz la noche
por venir. Allí la toponimia fragua
matemática pura.
Muchos intuyen
el todo homogéneo telúrico que se distingue
por su amor a la ociosidad e incapacidad
industrial. Se tiene en cuenta para esto
el incremento en el índice de exportación
de cereales y hortalizas ya embutidas y listas
para su inmediata exposición en las góndolas
de cualquier supermercado del mundo.

____________

El sentido de lo apócrifo
(sobre Antonio Mamerto Gil y sus detractores)

No todos discurren por igual en esas horas
que entre tacuaras embadurnadas de rojo
y cientos de improvisados ofertorios
al santo apócrifo asiste la verbena; hay
quien saca fotos de la estatua y nada
deja, quien se arrodilla y prende velas,
quien compra estampitas y quien vende,
quien danza descalzo y quien se entrega
por espacio de una hora a la oración,
y quien tumbado queda por la nefasta
combinación de sol, vino y cansancio
acumulado en las faenas de la siega.
Por eso el acólito cristiano
que en el periódico hizo públicas sus quejas
no estimó que al condenar de un plumazo
por pagano ese festín y por ocioso
la inapelable adjetivación de sus frases
condenaba también sus ideas
al triste reservorio de la guerra
que en esa y otras zonas y otro
tiempo, menos simbólica y a caballo,
en nombre de Minerva ejecutaba
el sonante sostén de la sotana.

____________

Te preguntás

A la noche, cuando apretás el botón
rojo del control remoto y pensás
en todo lo que no hiciste en el día
(hay que podar esas ramas que tocan la ventana,
hay que curar los ajíes, remover
la tierra, fumigar), condescendés
cómplice a la esquila inapelable del tiempo
(su continua apariencia de agua estancada
el lento rubor del eucalipto
que sólo los años
sabrán acontecer).

Jeroglíficos de una época.

Ponés ese disco de los Chalcha:
dueeerme, dueeerme, negriíito...

te preguntás cómo
todavía escuchás
semejante canción y

te dormís

______________________________

Fast Food

Los cristales estallan en la vía pública.
Crujen, vuelan, multiplicando el estampido
de los muñones arrojados por manos
dedicadas en otro tiempo al común
trabajo de la república. No tan común,
porque en la forma de arrojar y de increpar
se observan indicios que permiten
imaginar en la diversidad la lógica
particular de ese intercambio.

En los pedazos de vidrio quedó
como muestra amenazante de la furia
una mancha de sangre. Se irá
con el camión de la basura. El mismo
cristal que a la mañana siguiente
estará nuevamente lustrando
el empleado de limpieza.

_________________________

Ese verde

No irse es un modo de la semilla.
Un modo de la semilla o del amor.
Pero entre cajas de cartón y papeles
arrumbados después de la tormenta,
el único lenguaje que nos une
se parece a una promesa de los dioses
que no nos asistieron: ese verde
de la planta que resiste
en el centro de la casa
que dejamos.

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La estupidez del tango

A menos de medio metro,
cuatro ojos mirando el cielorraso.
Lo único común el cigarrillo.
La paulatina desaceleración de las pulsaciones
que apenas retienen lo que hace minutos
los hurtó de la realidad brevemente.
La farsa inevitable de cualquier comentario
en la punta de la puta lengua
mientras en uno de los vientres
empieza a secarse el esperma.
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Hernán F. Pas nació en La Plata en 1974. Es profesor y licenciado en Letras de la Universidad Nacional de La Plata, donde trabaja como docente de Literatura Argentina. Los poemas presentados forman parte de un libro inédito.