NÉSTOR MUX: Papeles a consideración



Néstor Mux:
Papeles a consideración


Libros de la talita dorada, 2004. (c) Derechos reservados

1.
Música imprecisa


“ya es hora de que vuelvas
de que tejas otra vez tu camino”
Edgar Bayley


Conversaciones con Pallaoro
Conversamos.
Como si todo el viento en contra del mundo
no hubiera podido terminar con el aliento
desvencijado que quedaba.

No se sabe si el caos personal se ordena.
Si la pena se ordena.
No hay certeza si se alcanza
la convicción de una nueva claridad.

No se acierta del todo si tiene
mayor significación discurrir
sobre la herramienta que pule a la poesía,
sobre la gracia que salpica un dibujo de Elena
o sobre las comunes maneras
con que se construye el jardín de nuestras casas.

Pero conversamos.
Como si se tratara de empezar de nuevo.
Como si se entreabriera una puerta inesperada
al extranjero agradecido.


Otra mirada
Siente como si finalmente
apagara la luz en un sitio
que no volverá a convocarlo.

Bajo el brazo carga el envoltorio breve
que le permitió la vida:
una camisa, el resplandor de un momento,
el encendedor, el documento de identidad,
las migas de lo injusto,
sombras de la belleza que buscó,
música del amor y del mal de amores,
del abandono y del desprecio.

Escucha que el ángel deshilachado de la guarda
no quiere abandonarlo del todo
porque caminan a los costados
sus fantasmas y sus muertos.

Y trepado al ómnibus
-del que desconoce su destino-
mira la transparencia de la mañana
con lo que quedó de él.


Música imprecisa
Como se sabe,
cada uno es lo que hace
y las dificultades de la época
(mezcladas con nuestras propias carencias)
ponen en cuestión la identidad de nosotros.

Después de años, equivocaciones
y vacíos sobrevividos en silencio
vuelvo a reconocer por azar en la poesía
– aunque imprecisa – una música de mi pertenencia.

Ella me hace respirar otra vez
la convicción inocente que la intemperie
no nos alcanza del todo
si regresamos a bailar con nuestro propio ritmo.


Fotografía en el hospital
a Julieta, Juanpedro y Griselda Mux.
No era que el cuchillo
careciera de filo
o que la pera
resbalara en su propio jugo.

Eran sus manos que entonces
sólo podían saludarnos.

En la insignificancia del anillo de plata
que me entregara la enfermera
parecía caber el jugo inútil de la fruta
y toda la belleza y toda la sombra
que nos quedaba.


Preguntas de carácter personal
Si con errores y desaciertos
también pudiera construirse
hubiéramos levantado paredes
como para tapar el mediodía

si el arrepentimiento alcanzara
para retomar lo mejor de uno
es posible que volviera a despertar
a nuestro lado
el cuerpo más amado

si la sombra de la culpa nos sigue
caminando por el camino que intentemos

dónde otra construcción de nosotros
otro cuerpo único
otra sombra sin sosiego?


Acerca de lo imprevisto
Un aire inexplicable
nos hace andar por el aire puro

nuestros ojos de siempre
por primera vez
ven hasta el otro lado del mundo

la quietud de corazón
es una estación que nos faltaba
y deja en la boca el gusto
ecuánime de todas las estaciones

llueve y es como si lloviera
para nosotros

el pájaro en el hilo telefónico,
la vecina que barre, el ciclista,
los árboles de la mañana
cantan para nosotros:

la alegría.


En una fecha cualquiera del calendario
La vida, la realidad, los otros
sorprenden a cada uno
haciendo lo que puede
o lo que le dejaron.

Está quien dirige para ensanchar su espacio
y el que obedece para no sentirse
extraviado en la vastedad del mundo.

Quien ejerce la crueldad
y no espera nada porque está cumplido.
Y aquel que espera el tren, la primavera,
el correo, una silueta en la puerta
o el milagro.

El que trata de recordar
para vislumbrar el camino
y quien se desprende de toda memoria
para que el dolor no sea tan grande.

Está el hombre pleno
en su paisaje respirable
y está aquel que duerme en el umbral
tapado con cartones.

Hoy, en una fecha cualquiera del calendario,
me llegan los 58 años. Y la vida, la realidad, los otros,
me sorprenden escribiendo versos.
Digo escribiendo versos: con dudas,
con aproximaciones y desamparos,
con ventanas, flores encendidas, fracasos y alegría.
Tratando de no desafinar.
Intentando no mentirme.


Remolques y memorias
Con el cascajo llevábamos
a los chicos a la escuela;
hacíamos las compras y las mudanzas
o cargábamos las hortensias desde el río.

Un día echó un humo desinflado
y se agotó provisoriamente en las afueras.
Con su automóvil, mi padre
lo traía con una cuerda
que no dejaba de cortarse
y yo insultaba a dios y al aire.
El manejaba con el silencio natural que lo rodeaba
ya que sentía cumplir un deber más
de todos los que cumplía.

Me aseguran que el cascajo todavía recorre
los itinerarios modestos que le imponen.
Mi padre, cada tanto, me recorre
la memoria con su ausencia
y la cuerda apagada de otros días
con la que dejó de remolcarme.


Nadie le pide que escriba
Nunca llegará hasta la casa
en la que no es esperado.

No habla si no le piden opinión
porque entiende que la palabra
no modifica la historia
y en algunos casos puede ser
invasión al otro,
como de intruso que atropella la puerta.

Tampoco, nadie le pide que escriba.
No obstante, cuando nadie lo ve,
cuando todos están lejos
- con su confusión y sus convicciones,
con su sombra y sus jardines –
él coloca en la máquina el papel en blanco
como una forma de desobediencia,
de alivio o de revancha.


Ignorancias
Creí que aún desde la muerte
me guiarías de algún modo.
Pero la muerte
no sólo es ausencia cruda.
Es también señales que desconozco
o hilos que se cortaron para siempre.


El compact que me regaló mi hija mayor
En la pared de un alojamiento de Mallorca
Aurore Dupin, baronesa de Dudevant,
llamada George Sand, en 1842 anotó condescendiente:
pobre Chopin.

Ahora, solo en la casa, escucho el compact
que me regaló mi hija mayor la última navidad:
un piano prodigioso recrea sonatas de sencillez esmerada.

Algo dice que esta confortabilidad provisoria
desprende cierta atmósfera anacrónica
cuya melancolía no encaja en nuestros días.

Pero la realidad, más allá de la ventana,
suena hosca, estridente, fuera de escala humana.
Y por un rato – sólo por un rato –
aquí se está bien con uno
y con el pobre Chopin, un siglo y medio después.


Sentidos
Esta vista, a simple vista,
pudo diferenciar –algunas veces-
al hombre maligno del misericordioso.

Este oído alcanzó la catástrofe
del crujido de una rama lejana.

Este tacto tomó conocimiento
de la insólita belleza del mundo
al recorrer el cuerpo de ella.

Este gusto paladeó los vinos
del desencuentro con los otros
y los vinos fraternales.

Este olfato de animal lógico
prefiguró su ración de alimento,
la adversidad y la tormenta.

Un esquivo sexto sentido, en cambio,
no alertó que uno construía
la materia de su propia disolución
porque ciertos pasos fracasaban por su base.


2.
Contingencias



Ferrocarriles
De afuera, viene hasta las ventanillas
destartaladas la belleza de la tarde
haciendo esfuerzos por permanecer.
De adentro, la sensación desoladora
que todos aquellos cuerpos y rostros
se parecen a ganado camino al matadero.

Curiosa metáfora del país estos vagones:
basura en los pisos y en los asientos,
indumentaria raída, ambulantes miserables
ofreciendo su común miseria, puertas golpeadas
por el viento de nadie y el silencio
cada día más espeso sosteniendo la escena.

¿Tendrá destino, alguna vez, todo esto?


En el gimnasio de la escuela
La maestra apoyada en la modestia
de sus propias palabras
roza la intensidad de lo irreductible.

Si no podemos educar aun en la adversidad
y las carencias de hoy
no habremos logrado hombres sino esclavos
.

Después la tribu adolescente
repite al unísono
o juremos con gloria morir.

Uno piensa que no estamos
en condiciones de pretender la gloria
ni la muerte.
Con que nos dejaran vivir alcanzaría.
Porque la fe sin asidero de la maestra
de algún modo nos incluye a todos.


Espectros al mediodía

A la hora afiebrada y ajena de los bancos.
De los hipermercados con sus promociones convenientes,
los espectros caminan persistentes por la calle.

Pocos y solos, ni sus hijos acompañan
y los perros agotados
siguen por la vereda de la sombra.

Deteriorados por los años
y por la utopía dificultosa que alimenta la marcha
en las pancartas se leen todavía abstracciones remotas:
Solidaridad. Ética. Liberación.

Pareciera que el país, el mundo
y la vida ahora estuviesen en otro lado.

Sin embargo, uno está tentado a pensar
que si bien la escena guarda cierta naturaleza patética,
es la escena que hay.
Y que estos pocos obstinados que sobrevivieron,
a su manera siguen soñando por nosotros.


Esta tierra
Hubo una vez un rincón
que amamos: esta tierra.
Esta periferia de ahora sin incidencia
en el mundo. Este amontonamiento
en el que sobreviven
la vergüenza del excluido
con la vulgaridad de los famosos.

Ninguna peripecia le fue ajena,
ninguna usurpación dejó de sucederle.

Pero aquí estamos. Aquí somos.
En medio de una noche
de bordes que parecieran invencibles.

Tierra del dolor y del desprecio.
Tierra de nuestra pasión
y nuestras reflexiones más arduas.

Tierra de la obscenidad.
De los muertosvivos arrojados al mar
desde aviones nocturnos.

Tierra de nuestros encuentros más modestos
y más hondos. Y de todo lo que perdimos.
Tierra poblada de enemigos
y tierra de nuestros hijos desorientados.

Pero como cualquier otra tierra,
como cualquier otra historia
también torcerá hacia la mañana inesperada.
Y este rincón, esta tierra incesante
volverá a cantar por su recomienzo
y por todos nosotros.
Aunque todos nosotros,
entonces, estemos bajo tierra.


3.
Ojalá el invierno no sepa extraviarte



Una de Altman
No era la oscuridad
de quien va cayendo al fondo.
Era la oscuridad de la sala
donde veíamos una de Altman.
Pero tu mano buscó mi mano
y sentí el temblor feliz
de quien volvió a salvarse.


Soles de ella
Como casi nadie usa conmigo
alternadamente el elogio y la diatriba
con énfasis parejo.

Tocado por esa lluvia
- siempre fuera de pronóstico –
aguardo con impaciencia
la salida del sol
del modesto consuelo:
que sus gestos vuelvan a sostenerme.


Cuerpos juntados
Algunos esperan que vuelva a salir el sol,
otros esperan ser absueltos, la mayoría
espera el salario amargo de la sobrevivencia.
Nosotros, con el egoísmo inusual del deseo,
nos esperamos a nosotros.

Damos rienda suelta a la ambigüedad
de las relaciones humanas – las nuestras –
y dejamos acontecer los cuerpos juntados,
dóciles, invictos, disueltos.

Poesía subida a la otra poesía,
manos en las manos,
cielo de lo que queda para ascender
y hundirse en un mismo instante.

Y si nos fuera dado, con igual sed,
liviandad y fuego parecido:
la esperanza que los cuerpos vuelvan a juntarse.


Residuos
El último verano
fue dejando en el automóvil
tickets del peaje,
restos de comida,
un libro que nunca leí
y caracoles que ella juntó
para que el mar nos recordara.

Como podría creerse
no se escuchan en éstos
los sonidos del océano.
Sólo voces, apenas audibles.
Aquellas con las que nos esforzamos
en encontrarnos. Aquellas
con las que confrontamos con lealtad.
Aquellas con las que
uno cerca del otro
nos quedamos en silencio.


La intensidad
Después de atravesar
la sequedad del desierto hasta envejecer
quería esto y no sabía.

La intensidad de esa campana
que suena dentro. La intensidad que nos excede,
sacude, aturde y obliga
a volver a respirar hasta el dolor.

Quería esto y no sabía.


Expresiones de deseo

Los recuerdos también
son de naturaleza provisoria.
Una llovizna amable
bajo los árboles de la calle 53.
El reloj estival que me diste
y que sin sentido aparente
llevo en la muñeca.
Olores tuyos que se las arreglan
para acompañarme. Lámparas secretas
que nos escucharon en lo más alto
y en lo más común de nosotros.

Has vuelto a tus tareas,
a las confrontaciones, a la ciudad,
a los otros.

Ojalá el invierno no sepa extraviarte.


Papeles a consideración
Ella hojea lentamente mis papeles
con un afecto que hace creer
que alguna línea pudiese ser feliz.

El abismo verde de sus ojos próximos
se entrecierra como si necesitara
descubrir insignificancias de la verdad
en esas fotografías que la incluyen.

“ – El poema es la propia respiración
de quien escribe
”, dice.

Yo no digo nada. Pero respiro tranquilo.


Opciones en el abismo
En ella la impostura
brilla por su ausencia.

Alimenta el desatino
de la juventud que no tengo.

Hace creer que el corazón de todos
ha retomado el equilibrio.

No obstante uno no acierta
si camina desprevenido
- con naturalidad inusual –
hacia el patíbulo o hacia días mejores.

Sustancia de la dualidad,
opciones en el abismo:
huir para ponerse a salvo
o quedarse con ella para siempre.


Habitante excluido

La furia clausurada
de su danza mental

su propia locución
como lazo afiebrado
con el mundo

la libre arbitrariedad
de los pájaros libres
que pone en duda
sea esto encuentro,
tregua o malentendido

mientras tanto
– habitante excluido –
afuera, lejos,
yo espero
con una esperanza
con que nadie la espera.


(*) Néstor Mux nació en La Plata en 1945. Es uno de nuestros grandes poetas. Publicó: La patria y el invierno, 1965; Nosotros en la tierra, 1968; Cartas íntimas para todos, 1974; Como quiera que sea, 1978; Perros atados, 1982; Poemas, 1985; Poesía reunida, 2000 -incluye un libro hasta ese momento inédito, Cosas que nos rodean, 1986-; Papeles a consideración, Libros de la talita dorada, 2004. Tiene en preparación un nuevo libro: Disculpas del irascible y poemas anteriores, que saldrá en 2008.

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