Poemas y manzanas
De tanto dejar los poemas
cerca de la frutera,
una noche un poema seco
se contagió con el perfume
de una manzana,
y manzana se volvió.
Cortar poemas como frutas
en la madrugada,
eso sí que es saludable.
Luego, poner a tostar
la cáscara de los versos
y hacer un té
que haga dormir los miedos
que trepan por las sombras.
Sábalo
¿Es un sábalo
muerto en la arena,
o es una coma
de barro que separa
el poema de la playa
de la prosa del río?
Agua muerta (Puente Avellaneda)
Yo vi la noche
oxidada
arrodillada
rezando
sobre el puente
Avellaneda
y más allá las luces
del caserío
(velitas de una torta
oscura con galletitas
de chapa brillando
bajo la luna)
Yo vi la noche.
Y más allá la muerte
con su disfraz de agua
podrida del riachuelo,
golpeando
arañando
mi ventanilla,
queriendo viajar
otra vez conmigo.
Haikus del río
Río
Un arpa destemplada
canta notas de barro
bajo el sol.
Amanece
La araña en llamas
corona los talas.
Tibieza en el río.
Nubes
Corre el viento lobo
rebaños de ovejas
en el prado azul.
Mi padre en el río
Punta Lara. Detrás del castigado
murallón, lejos del centro,
la arena le gana
una pulseada al río. Mi padre,
abstraído en sus pensamientos,
se deja abrazar por el agua,
y con movimientos chaplinescos
esquiva una mancha de petróleo.
Luego se da vuelta,
regresa hacia mí
entre peces muertos,
revoleando la toalla al viento,
el viento que trae el aliento
pesado del río. A lo lejos,
un barco lucha con sus redes.
Nos reímos en la playa desierta.
Hasta un perro flaco
pareciera entender
que entre mi padre, el río y yo
existe un instante
de armonía perfecta.
Ojos del cielo*
Las truchas jugaban a saltar sobre la luna.
Cansadas de nadar, a veces alucinaban
que aquello que flotaba era alimento
caído del cielo, y entonces mordían
desesperadas la nada blanca.
En el río, el cielo nos mentía.
Un mortero para moler cereales
lleno de agua de lluvia
tras una tormenta de verano,
me mostró por primera vez
el movimiento cansado de la cruz del sur.
Para que el agua mansa me prestara sus ojos,
horadé otra piedra para guardar más estrellas.
Ese día una mosca rozó con sus alas
el ojo del cielo.
Y el Universo tembló.
* Hoyos que construían los comechingones para observar el movimiento de los astros.
Tatuaje (otoño en el Quilpo)
Se viene hamacando una hojita
en el aire de oro esta tarde.
Semejante caída para
borrar de la espalda del río
el tatuaje de nuestras caras.
De “Poemas al Flautista y otros poemas y canciones”.
___________________________________________________
Haikus de guerra
Poemario que será publicado en 2008 por edulp (Editorial de la Universidad Nacional de La Plata).
Percute la lluvia
el techo del pozo
(hago que leo)
Noche de frío
(¡que ella me sueñe
a su lado tendido!)
Nadie a la vista
Salvo el viento
jugando con una olla
Ovejas del monte
de lejos parecen
¡rebaños de nubes!
Dulce es el viento
si no arrastra gritos
y esparce la nieve
El estaqueado
Sobre la turba
ramita verde
muriéndose de frío
Sol en el monte
Cantamos el Himno
(fingimos coraje)
Nadie a la vista
salvo la niebla
que está borrando el Longdon
Luciérnagas de muerte
llegando el ocaso
Vienen del mar
Brusco es el viento
que empuja a un soldado
herido en el monte
Helada tarde
Aturde el silencio
si duda el mortero
Copos sobre copos
Caen gotas rojas
(una tras otra)
¡Brama, fusil!
Festeja con nosotros
el fin de la guerra
Ventisca y tristeza
Camino al Canberra
que está en alta mar
Tras la bruma
los niños que fuimos
nos están gritando: adiós
_________________________________________________________
De tanto dejar los poemas
cerca de la frutera,
una noche un poema seco
se contagió con el perfume
de una manzana,
y manzana se volvió.
Cortar poemas como frutas
en la madrugada,
eso sí que es saludable.
Luego, poner a tostar
la cáscara de los versos
y hacer un té
que haga dormir los miedos
que trepan por las sombras.
Sábalo
¿Es un sábalo
muerto en la arena,
o es una coma
de barro que separa
el poema de la playa
de la prosa del río?
Agua muerta (Puente Avellaneda)
Yo vi la noche
oxidada
arrodillada
rezando
sobre el puente
Avellaneda
y más allá las luces
del caserío
(velitas de una torta
oscura con galletitas
de chapa brillando
bajo la luna)
Yo vi la noche.
Y más allá la muerte
con su disfraz de agua
podrida del riachuelo,
golpeando
arañando
mi ventanilla,
queriendo viajar
otra vez conmigo.
Haikus del río
Río
Un arpa destemplada
canta notas de barro
bajo el sol.
Amanece
La araña en llamas
corona los talas.
Tibieza en el río.
Nubes
Corre el viento lobo
rebaños de ovejas
en el prado azul.
Mi padre en el río
Punta Lara. Detrás del castigado
murallón, lejos del centro,
la arena le gana
una pulseada al río. Mi padre,
abstraído en sus pensamientos,
se deja abrazar por el agua,
y con movimientos chaplinescos
esquiva una mancha de petróleo.
Luego se da vuelta,
regresa hacia mí
entre peces muertos,
revoleando la toalla al viento,
el viento que trae el aliento
pesado del río. A lo lejos,
un barco lucha con sus redes.
Nos reímos en la playa desierta.
Hasta un perro flaco
pareciera entender
que entre mi padre, el río y yo
existe un instante
de armonía perfecta.
Ojos del cielo*
Las truchas jugaban a saltar sobre la luna.
Cansadas de nadar, a veces alucinaban
que aquello que flotaba era alimento
caído del cielo, y entonces mordían
desesperadas la nada blanca.
En el río, el cielo nos mentía.
Un mortero para moler cereales
lleno de agua de lluvia
tras una tormenta de verano,
me mostró por primera vez
el movimiento cansado de la cruz del sur.
Para que el agua mansa me prestara sus ojos,
horadé otra piedra para guardar más estrellas.
Ese día una mosca rozó con sus alas
el ojo del cielo.
Y el Universo tembló.
* Hoyos que construían los comechingones para observar el movimiento de los astros.
Tatuaje (otoño en el Quilpo)
Se viene hamacando una hojita
en el aire de oro esta tarde.
Semejante caída para
borrar de la espalda del río
el tatuaje de nuestras caras.
De “Poemas al Flautista y otros poemas y canciones”.
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Haikus de guerra
Poemario que será publicado en 2008 por edulp (Editorial de la Universidad Nacional de La Plata).
Percute la lluvia
el techo del pozo
(hago que leo)
Noche de frío
(¡que ella me sueñe
a su lado tendido!)
Nadie a la vista
Salvo el viento
jugando con una olla
Ovejas del monte
de lejos parecen
¡rebaños de nubes!
Dulce es el viento
si no arrastra gritos
y esparce la nieve
El estaqueado
Sobre la turba
ramita verde
muriéndose de frío
Sol en el monte
Cantamos el Himno
(fingimos coraje)
Nadie a la vista
salvo la niebla
que está borrando el Longdon
Luciérnagas de muerte
llegando el ocaso
Vienen del mar
Brusco es el viento
que empuja a un soldado
herido en el monte
Helada tarde
Aturde el silencio
si duda el mortero
Copos sobre copos
Caen gotas rojas
(una tras otra)
¡Brama, fusil!
Festeja con nosotros
el fin de la guerra
Ventisca y tristeza
Camino al Canberra
que está en alta mar
Tras la bruma
los niños que fuimos
nos están gritando: adiós
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Martín Raninqueo (La Plata, 1962). Es músico y poeta. Publicó El viento también recuerda: Antología de escritores ex combatientes de Malvinas (Ediciones Último Reino, 1996) y Poemas al flautista (2003). Grabó un CD titulado Poemas, junto a Gustavo Caso Rosendi. Su poemario inédito: haikus de la guerra será editado en 2008 bajo el sello edulp (Editorial de la Universidad de La Plata). Como músico grabó Después del incendio (1998), Ffff… (2001) y Gorrión criollo (2007), con canciones de su autoría.
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