Analía Pinto, una palabra que arde



Ausentarse de la propia ausencia
hasta no saber dónde empieza el borde del mundo
dónde se guardan las pócimas o el alcanfor
dónde queda eso que todos llaman ‘a’ o ‘b’

ausentarme     evadirme por un rato y destrabar
los nudos donde el alma se acorrala
esos horcos que quedan atrapados
por debajo de la tráquea

ausentarme de él aunque ya estemos ambos
eternamente ausentes de las noches que antes nos fustigaban
con sus lenguas fragantes
y sus manos llenas de albor rosado

ausentarse de la propia ausencia hasta estallar
y desconocer a todos los habitantes de esta parcela del universo
que llamamos ‘a’ o ‘b’
escrúpulo o síntesis de todo el resto



“Sucede que me canso de ser hombre.”
Pablo Neruda

Sucede que me canso de ser mujer
de anudar mis raíces en la tierra blanca
de arramblar con pecados ancestrales
—manzanas que yo no mordí
serpientes que entre mis piernas no bisbisearon

Sucede que la hembra se cansa de ser sólo hembra
cáliz o grial propicio
cuna o tumba
baguala o gacela
tigre o pantera
siempre en el dilema de esto o aquello

Sucede que me canso de aguardar mi nombre
—no el que me pusieron o el que tengo
sino el verdadero
el que me puede dar el otro:
par y complemento.



Anclada al mundo
el mundo se le hace indiferente
la noche es otra página en blanco
el día una incógnita reconocida
el sol ese planeta que remonta sus cabellos
y la tierra es un almohadón con el que se pelea

Anclada al mundo por el mundo
la mujer de carne y arena se desviste de siglos
se deshace en las manos tersas del viento
se corrompe dulcemente
como una fruta demasiado madura
y se dice que todo pasará —incluso lo bueno



Esta travesía se acaba: sin vértigo y sin pausa
queda en los manantiales, parca en la sonrisa
—campo a traviesa de tus hombros—
la música y la salva de otras vigilias

y las rosas que en su idioma refractan ahora —quietas—
el poema que me urge con su don
a la escritura en otras travesías



La caricia del tiempo operó su milagro
—taumaturgia liberada de todo pudor—
condonó la fertilidad de mi cuerpo
por un tiesto que portara flores y raíces
con orgulloso resplandor

ahora el tiempo me pide su parte del botín
y la luna amenaza con descolgarse del cielo
y venir a cortar con el filo de sus cuernos
el cordón umbilical del que todavía pende
—tan sola— la savia y todo su verde fulgor



Abruptamente la palabra dejó de ejercer su dominio

antes alcanzaba con decir
esto es aquello
tú eres aquel
yo soy esta
o ego sum qui sum
no somos nada ni nadie
venga a nos
bájate ya del cielo

la palabra renunció a decir otro padrenuestro
otra plegaria más
otro rezo que no fuera
el que nace del entripado
y la piel adentro



Pero más peligroso es vivir sin el estremecimiento
del vértigo
sin saber qué labio se abrirá como una flor ahora
sin ver qué ojos nos herirán con sus rayos
el fondo satinado de la retina

más peligroso es vivir en el estancamiento de lo diario
en la rutina del aseo
en la pátina de indolencia del acaso

más peligroso es
vivir pendiente de la nada
atisbar detrás de las puertas
la vida que pasa con su atávico caos del otro lado

y más peligroso es
perderse la emoción
—la ocasión—
la dicha cruel del abrazo


Ni una luz en la entraña del deseo
ni una hoja en los árboles que antes
soltaban sus pájaros y susurraban su nombre
ni un dios al que rezarle bendito
ni una luna que se queje de su soledad
en el cielo infinito de la noche
ni un gato que grite lo que yo ansío
con sus uñas sus dientes su cola erecta
ni una sola luz en la entraña de lo complejo

de lo que una vez fue una mujer
y ahora es una niña o una muñeca de nuevo



Se ha escrito una palabra que arde
que esparce su calor más allá
una palabra para que se me recuerde
un vocablo que deje huella
que atestigüe

lo que en mi corazón ardía
antes de que todas las demás palabras
fueran borradas
de la piel y sus palimpsestos


En: “Peaches en regalía”, Hespérides, 2008.
Analía Pinto (Argentina, 1974).

Foto: AP en FB. 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy buenos poemas. Indagan los cuestionamientos humanos y a las palabras, no sólo a través de ellas.

Anónimo dijo...

Después de leerla, es muy difícil no amarla.