HE ROTO UN PLATO
de más de treinta
años
acota mi madre
pienso cuántas veces
habrá raspado
una cuchara
su fondo
si todo aquel alimento
insuficiente en la infancia
bastará para llenarlo
ahora
acota mi madre
pienso cuántas veces
habrá raspado
una cuchara
su fondo
si todo aquel alimento
insuficiente en la infancia
bastará para llenarlo
ahora
que es una forma
perdida
que habrá cenado
en él
que habrá cenado
en él
el hermano
muerto
alguna novia
los primos
definitivos
en la niebla
he roto un plato
de más de treinta años
de existencia entre nosotros
se deslizó como suceden estas cosas
el vidrio resbaló sobre el vidrio
de otro plato
como una memoria colmada de sí
y salió despedido por el aire
anunciando la pequeña tragedia
y el estruendo
conque toda historia familiar
comienza a derrumbarse
los primos
definitivos
en la niebla
he roto un plato
de más de treinta años
de existencia entre nosotros
se deslizó como suceden estas cosas
el vidrio resbaló sobre el vidrio
de otro plato
como una memoria colmada de sí
y salió despedido por el aire
anunciando la pequeña tragedia
y el estruendo
conque toda historia familiar
comienza a derrumbarse
TENEBRAE FACTAE SUNT
no fue una marmota
malherida
con que tropezamos
y muere bajo
nuestra mirada adusta
y desconcertada
no
aquel día fue como
si el mundo estuviera poblado
sólo
de marmotas
agonizantes
de bocinas
estruendosas
fue como si
rompieran a pedradas nuestros huesos
como si los
músculos estallaran por un esfuerzo sobrehumano
ominoso es el
corazón de lo que amamos
ahora
en la pálida luz de
la memoria
es el carbón de tus
días
quien chisporrotea
de pronto
y enciende
su íntimo recinto
acaso es la piedad
filial que nos reúne nuevamente
acaso he aprendido
a amarte
como a un brazo
amputado
a cantarte como se
le canta a un niño herido
para siempre
en la instancia
fúnebre de la noche
LAS DULCES LILAS QUE MUEREN CON LA DICHA
muy bien
estamos aquí
y el ombligo
estriado de los días nos arrastra
asimos huesos e
hijos
ah, señora, tenga a
bien forzar esta madera
que siga siendo
cómoda
silla
árbol
y no féretro
ah, querido
muchacho
hártese de estos
pechos
y no libere la
lujuria entre los muebles de la casa
entre la cuna en
que
duerme
el recién nacido
ah
removemos nuestros
rostros
con bastones
hasta que caen y
dejan el blanco
de la duda
el signo cerrado
aquí
aquí estamos
y el invierno
aposenta
su dedo congelado
sobre el corazón
de lo que amamos
las nieves
y las aguas
encrespadas
y algo muere
algo que parece un
perro
a quien llamamos en
la tormenta
y nos contesta el
viento
que siempre aúlla
con las cosas que perdimos
qué larga sombra
nos muerde los talones
cada paso
cada detenimiento
bajo el sol
para dar cuerda al
reloj
o mirar hacia uno y
otro lado
de la memoria
y a veces
esa sombra
es la sombra del
niño asustado
que gimió en la
noche o en la fiebre
o es la densidad de
un cadáver
cuya hinchazón no
le permite el paso hacia el futuro
ah dulce flor que
mueres cuando exhala la dicha
su ardiente aliento
perdónalos
todo hombre busca
distraerse
de los afanes de la
muerte
cada hombre
necesita atiborrar de cosas
sus horarios
y aquí el oso y el
salmón
no podrían
nombrarse
y sin embargo
hay entre ellos
una rueda continua
y cruel
dulcísimas flores
perdonen lo débil
de esas carnes
aguijoneadas por el
miedo
y los mandatos
y el deseo
tonto
de una eternidad
feliz
comprenderán que
respiren entre los asfixiados cuerpos de la costumbre
que exijan
de pronto
que nada se
derrumbe
que oren
y se hinquen
contra las afiladas
piedras de la desesperación
¿qué vela el guarda
nocturno
que desconoce el
búho?
y la vela hinchada
al viento
qué lleva
sino la prisa de
aquel que busca retornar a casa
aquí estamos
rodeados del alba
donde encallan
las aspas de los
días
rodeados de gases y
fotones
de bacterias
y de ganchos en que
cuelgan
las ovejas sus
pelajes
hombres
mujeres
untansé en la grasa
de dios
porque no escuchan
las dulces lilas
que mueren con la dicha
para ellos mi
cuerpo desnudo
acabado por el
cáncer
o las ratas del
amor
para sus bocas mi
dientes podridos
la ulcerosa lengua
con que nombré
cada cosa en este
mundo
ah el sonido de los
cuernos
anunciando la caza
la abundante caza
ESCRIBE EN EL MISTERIO
pero este canto que
aparta su carro enjoyado
y sus caballos
vigorosos
gime ahora con algo
mortal
herido en las
costillas
cómo saltan
entonces
enlutados
los ángeles
hermosos
cómo vuelcan su
carga
los barcos
bodegueros
su polizón en vilo
en las jornadas
¡atrás!
nadie ose hollar
las cenizas para encontrar el fuego
nadie silbe entre
las frondas
la música
detenida sobre el
cieno
canta el vacío en
su garganta desvasada
ah trémula una mano
deja ir al hijo
escribe en el
misterio
“la fe es este oro
oscuro entre nosotros”
Jotaele Andrade (La Plata, 1974).
Foto: JA, por Sylvia Cirilho.
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