RODOLFO FALCIONI Certeza de la presencia de alguien en el jardín




EL FANTASMA EN EL JARDÍN

Ves y oyes mucho; pero el ruido que hiere tus oídos
no es más que aparente.
OMAR KHEYYAM

Ella salió rápidamente de la casa con la certeza de la presencia de alguien en el jardín. El sol estaba brillante y el cielo de un azul límpido y aterciopelado. Se detuvo un momento sorprendida ante la belleza del aromo florecido que se balanceaba con el viento. Marchó después por uno de los senderos laterales bordeados de setos y ya se aprestaba a regresar a la casa cuando lo vio.
El obispo, con el flaco rostro de una palidez extrema que coronaba su negra vestimenta como los pétalos de una exótica marimoña, se quedó inmóvil y rígido junto a un cedro dorado… Lo que tanto había temido se producía al fin; ese encuentro, muchas veces presentido en interminables noches de vagabundeo por el parque erizado de sombras, se realizaba a la luz del día… La joven percibió su breve movimiento, como el del animal asustado que se apresta a huir, y le sonrió. Lo hizo con dulzura, con tal exquisita dulzura, que el extraño personaje perdió el miedo y decidió quedarse.
La muchacha se le acercó lentamente y el hombre la espero con docilidad. Ella observó los cabellos plateados, su piel casi transparente a la fuerza de ser pálida y el rictus de tristeza de sus descoloridos labios, y volvió a sonreír. Pensó:
“Me asusté de un buen pastor de rostro bondadoso.”
Dijo:
Tuve miedo de usted, padre.
Él también sonrió.
No eres la primera que se asusta de mí.
La mujer recapacitó durante un instante.
Seguramente fue por lo brusco de su aparición, junto al cedro dijo por fin alegremente.
O por mi palidez respondió el clérigo. A muchos, lo que les impresiona es mi palidez… Pero eso ya no lo pueden curar los médicos –agregó cándidamente.
Ambos rieron.
Charlaron después durante un rato y, ante el asombro de ella, el clérigo respondió de inmediato a sus preguntas que la atormentaban. Eran profundos, infinitos, los conocimientos del anciano en teología, magia y ocultismo…
De pronto enmudecieron. Oyeron pisadas que a la mujer a la joven le parecieron cautelosas. La turbó el  miedo y, sin despedirse del clérigo, huyó hacia la casa.
Una anciana, de mejillas rosadas, se acercó con rapidez al obispo. Murmuró:
Estoy preocupada por ti, Luis. Te observé durante un largo rato. Hablabas y gesticulabas (hasta te oí reír), como si te dirigieras hacia alguien invisible. Está obscureciendo…; entremos…
El clérigo sonrió tristemente y, tomándola del brazo, marchó hacia la casa.




 
Rodolfo Falcioni fue el primer “escritor” que conocí. Vivió durante algunos años en City Bell, a dos cuadras y media de la casa de mis padres, tal vez un poco menos porque, en ese tiempo, se podía “cruzar campito”. Más allá del valor de su prosa (toda mirada es subjetiva), es indispensable dejar testimonio de quienes nos antecedieron, escritores y poetas que estaban “a la vuelta de la esquina”.
En Las máscaras, “este libro se publicó siendo Gobernador de la Provincia de Buenos Aires el Coronel Domingo A. Mercante, y Ministro de educación el doctor Julio César avanza. Terminóse de imprimir el 10 de mayo de 1952, bajo la dirección de la División Publicaciones del Ministerio de Educación, en los talleres gráficos de Ángel Domínguez, Calle 7 N° 160, La Plata”, “este libro obtuvo el Premio-edición de Cuentos en el Concurso de autores noveles que realizara el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires en el año 1951…”.
Rodolfo Falcioni (La Plata, 24 de junio de 1916 – 27 de noviembre de 1979). Vivió muchos años en City Bell. Foto: Jmp

No hay comentarios: