MATILDE ALBA SWANN Estos versos que nunca leerá nadie



GRILLO Y CUNA

De un bosque donde crecen
nomás 
cunas, mi madre
cortó un columpio dulce,
maduro para el tiempo primero
de mi infancia.

Juntó flores de luna dormidas
en el agua, mi madre
y me las trajo,
con un azul silencio
robado de algún sueño de río
a ser mi canto.

El viento entonces iba
silbando
como un hombre
que vuelve del trabajo,
mi padre, como un ala de viento
sacudía
las ramas a su paso,
y a veces su latido temprano,
más temprano
que el bronce aún, despertaba
tañendo
campanarios.

El sol
como un abuelo de incendio
nos decía
su cuento cada día, de luz,
en la ventana,
y el techo, y las paredes, y el huerto
y la paloma y el patio,
y la mañana,
cabrían en el puño dorado
de un durazno.

Mi padre
sembró grillos
de suerte en los rincones,
más pobres de la casa.

De noche nos cantaban
perdón
por todo el hambre del día
y prometían
espigas y racimos
que acaso maduraron después,
cuando fue tarde.

Así crecí, los seres
de lluvia me llevaron consigo
a todas partes.

Fui lágrima en el llanto del sauce,
fui diamante
quebrado en las raíces frustradas
de algún barco.

De tarde
descifraba señales en el cielo
mi madre,
por las noches,
mi padre me alcanzaba la voz
de mis abuelos, en una
remembranza ternura
con los ojos
callados,
y las manos dormidas
junto al fuego;
así crecí.


MADRE POSIBLE

“Te poblarás de amor
adopta a un niño”

Pude haberte soñado, un día acaso
fui el alma y la carne de otro niño,
fui distinto una vez,
tuve una almohada
y un lugar en la mesa, y una espera,
y una blanca piedad
a mi costado.

Todavía
no crecían en torno las malezas
del encierro, ni el búho
todo sombra,
nos blandía su grito.

Cuánta espina y qué invierno tan severo.
No nací todavía, soy el beso
que se quiere sembrar,
violín, gemido,
desasido, disperso amor
y ansioso.

Ya te elegí, prefiéreme, infortunio
que nos torna sin signo
a distinguirnos,
todos iguales de dolor
y solos,
unos más tristes que otros, el tercero
de la fila, prefiéreme
vencidos
los más viejos once años, no me dejes.
Como en cuclillas, sembrado en ti,
brotado,
quiero nacer, crecer, llegar a niño.

Será verano, será mujer ternura,
sol el nido, sol el brillo del aire
y un regazo
madre el cuerpo trigal.

Seré el susurro
del azúcar, adentro, en el jugoso
corazón del racimo.

Madre mía posible; madre
y mía.

Si me quieres contigo, si me llevas
si me aprietas a ti, si me asimilas
a tu voz, a tu piel a tu sonrisa,
a tu manera de ser feliz,
es cierto,
será verano frutal, tú serás plena,
yo seré por tu amor,
desde ti,
niño.


MON AMOUR

Tal vez en Hiroshima;
tal vez nunca.

Eres yo misma, yo soy tu nervio y tu dolor
sintiéndote; te pronuncio
con mi aliento, me nombras
con tu sangre.
                    Mon amour, tus manos,
déjame estar así, no estar, perderme,
sumergir, sucumbir, no ser,
soltarme,
una incoherente voluntad me arrastra
húmedo sitio de memoria, fijos
ojos de un gato negro,
de improviso
fosforescentes como dos secretos
desnudados,
me miro,
sótano antiguo de tortura y hondo,
loca de hoguera y alarido
huyo,
quiebro mi imagen, quiebro mi pupila,
rompo mi espejo, mi presencia,
salto,
salto todos los cercos, cruzo el viento
corto todos los campos, los veranos,
bebo todos los frutos,
me consumo, y me derramo a perdurar
veinte años.
                    Fue una leyenda que guardé,
veinte años, en cada tramo de latido
en cada
pedacito de piel y de cabello.
Irremediables de memoria juntos,
deja que salga a gritos de esta noche,
irresistible de ansiedad, me llevan
soy de aquello que calzo, que me viste,
cien potros vienen por su cuero,
huyo,
interminable corredor, paredes
exhalándose en puertas
imposibles y posibles
herméticas,
abiertas,
una pared me arroja hacia la otra,
inacabables de impiedad
me arrojan,
y recogen y juegan
al sollozo conmigo, y a la risa.
Recortados del conjunto, solos
bajo la lupa,
expuestos,
quiero olvidar que existo,
que no podré dejar de padecerme,
y me renuevo y me desgasto y sigo.
Alguien recoge mi silencio y grita,
quién, desde cuándo, dónde,
me acurruco;
ensayamos morir y no morimos,
nunca aprendimos a nacer y estamos
sin embargo naciendo
irremediables.
Esta exótica forma de tu mundo
esta palabra occidental que sabes
aprendida de mi piel,
tu cielo,
estas estrellas con que vas hablándome.
Almendrados
ojos tristes, me intuyes,
hombros míos altivos,
te recuerdo.
Alguien tuerce mi mano hasta arrancarme de mi grito
y huyo,
y me persigo y huyo
calle arriba y abajo, y mi latido sobre la piedra
noche vacía, corro
sobre la llama,
corro,
la detonada soledad, vacío,
mundo vacío, corro
y esta estridente oscuridad, te he visto
en todos los descansos para piedad, te he visto.
              Quiero llorarte mon amour, protégeme,
desciende tu mansedumbre
sobre este vivo torbellino mío,
trázame
como una figura en tu cuartilla,
bórrame……………………….... toco tu piel,
muerdo tu piel,
quiebro mis dientes en tu piel, la escucho.
Dónde comienza una esperanza, cuándo
fue la primera vez
que sollozamos.
              Duelo por alguien a quien no conozco,
alguien duele por mí, sin conocerme.
Manos tuyas creándome y matándome;
mon amour, tus manos,
cómo he llorado,
               y cómo estoy llorando.


EL HIJO QUE NO QUIERES

Tú quieres que no sea,
pero cómo...?
Tú podrás acaso devolverme
a mis noches azules
y a mi anhelo,
y a aquel amanecer de mis sentidos
brotando hacia tu luz
del cautiverio.

Tú podrías acaso devolverme
el asombro
cuajado de rocío
de mis ojos mirándose en tu cielo,
la primera canción con que vibraron
las voces más ocultas de mi cuerpo,
y el llanto que lloré sobre mi gozo,
y la sonrisa que premió mi miedo.

O pretendes tal vez
que te devuelva
la chispa que encendiste con tu aliento,
y tu ruego,
y el grito de placer de tu conquista,
la promesa mojada de tus besos
y el escondido nido en que durmieron
tus ensueños de amor
sobre mi pecho.

Tú pretendes
que vuelvan a tus vides
las burbujas que en vinos derramaste,
y que vuelva la miel
a mis panales,
y a mis sienes las blancas azucenas
que adornaron tus rojos estandartes.

Tú quieres que no sea,
pero cómo...?

Cuando cavan tus aguas
por mi cauce,
y hacen sombra de luz sobre mi suelo
las bermejas corolas
que sembraste.

No me pidas, ni exijas, ni me mandes.

Ya no arrulla en tu almohada mi blancura,
y la elástica carne que tú amaste
es apenas
un copo de ternura.

Tú quieres que no sea,
que deshaga
esta mezcla de soles y de estrellas
y que vuelque mi plétora en la nada.

Y en tanto tú reniegas de tu rama,
se dibujan
tu boca y tus pupilas
en la arcilla caliente de mi entraña.

No me pidas, ni exijas, ni me mandes,
tú quieres que no sea,
pero es tarde.


PADRE

Cuando venga tu padre…
Inútil amenaza,
tú seguirás jugando,
y romperás los vidrios, si quiere el pelotazo,
y harás mal los deberes,
si asciende por tu mente, airoso y desplegado,
tu sueño en barrilete.

Cuando venga tu padre…
mas tu padre comprende,
y escuchará los cargos fingiéndose enojado,
hasta que tú te alejes.

Después,
dirá en voz baja,
que así, como ésta tuya, fue traviesa su infancia.
Y en tendido descanso, desandará dichoso
los ojos entornados,
los días de rabona, los juegos en tejado,
el rostro de la madre
y aquel padre tan hombre que los dejó temprano,
y sentirá de pronto el terror de perderte,
o de que tú lo pierdas,
y buscará tus pasos,
e irá con tu recuerdo trepando
hasta la rama lejana de aquel árbol,
follaje como entonces
refugio de ese miedo de suelo
de los pájaros.

Cuando venga tu padre…

Y quien llega es un niño
adormecido en hombre,
que en vez de reprenderte, se enternece
añorando.


POESÍA

Hoy estuve, domingo entero
entera,
reclinada en costura
de mis hijos.

Cómo hubiera querido escribir versos…

Cómo estuve latiéndolos en tanto,
lenta mi aguja
transitaba linos,
ángel el aire, y a lo alto un río
todo surcado de
bajeles blancos.

Mis pequeños traviesos,
si supieran,
si pudieran sentir ellos mañana
que se llevan vestida
mi poesía,
la más honda y nostálgica,
aquella
que dejé de escribir
por ser tan madre
como hubiera querido ser poeta.

Estos versos que nunca leerá nadie,
sin palabra, la tierna
dulce estrofa
silenciosa en costura
de domingo.


APUNTES PARA UN REPROCHE

Te esperé hasta recién;
estás de fiesta.
Mi casi otoño
no me deja ambular
tu primavera.

Esperé tu regreso;
yo quería
escucharte contar, luz de alborozo
las campanas de amor
que resonaron
en tu trémulo espacio.

Te esperé hasta recién;
tú ni recuerdas
esta lámpara
lenta
que te aguarda.

Tu padre lee, él no sabe
de estas cosas
profundas
de mujeres. Tus hermanos,
florecidas cabezas
en la almohada
que parecen jugar
a estar durmiendo...

Tardas mucho; te esperé
hasta recién,
ya no te espero.

He de mirar tu lecho,
puro nardo,
el libro
que dejaste abierto,
tus todavía muñecos, las paredes,
y devuelta
de este inmóvil vagar
por un paisaje
de presencias sin nadie,
pensaré,
con la misma tristeza inevitable
de otras noches iguales,
que tal vez
no sé,
no fuera absurdo
que me hubieras llevado.

Tu padre lee; él no sabe, ni sufre.

Las mujeres
nos sentimos tan viejas
si quedamos.


BALADA DEL JUGUETE MANSO

Dame una pala, rastrillo,
semilla arado,
granero.

Quiero que quiera mi niño
jugar a ser buen labriego.

Dame un sueño
de campiña dorada y sol
juguetero…!

Dame una fragua, martillo,
yunque, canción
chispa, fuego.

Quiero que quiera mi niño
jugar a ser fuerte herrero.

Dame un sueño
de trabajo forjando paz,
juguetero…!

Dame una sierra, cepillo,
clavos, escoplo,
madero.

Quiero que quiera mi niño
jugar a ser carpintero.

Dame un sueño
de mecida cuna en vaivén
jugueter…!

Dame pupitre, pizarra,
letra, número,
cuaderno.

Quiero que quiera mi niño
jugar al dulce maestro.

Dame un sueño
de vigilia prendiendo luz
juguetero…!

Dame una barca, sirena,
mar claro, faro,
ancla, puerto.

Quiero que quiera mi niño
jugar a ser marinero.

Dame un sueño
de aventuras y cielo azul,
juguetero…!

Dame un balón, sube y baja,
columpio, salto,
trapecio.

Quiero que quiera mi niño
ser simplemente pequeño.

Dame un sueño
de encendida, reída edad,
juguetero…!


POBREZA A LOS 10 AÑOS

Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato.
De un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela… Apenas tercer grado…
Qué largo fue el recreo, el más largo el año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.
Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,
todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando…
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos…
Que anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la Escuela,
y aquel recreo largo…
Mi piececito trémulo, miedoso, acurrucado.
Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón, a los diez años.


NOCHEBUENA
                                                                                 
El fósforo,
en la temblorosa
manecita sucia,
enciende la hoguera
de un cohete travieso.
             Chispas…
Chispas…
             Chispas…
conmueven las latas,
y agitan y avivan
la carne yacida
de un suelo de sombras.

Una madre mustia
de trabajo y miedo,
y un padre que fuma, que escupe
y blasfema.

Parece mentira que rían
los niños, la camisa rota,
las rodillas
negras.

El fósforo tiembla,
hay fuego en las almas,
y aromas traídos
en una prestada memoria
de huerto.

Un gusto a saliva
y un ansia de cosas
que colman la mesa sin hambre
del rico.

La noche es una alta escalera
que sueña.
Peldaños azules y rojos,
el aire
      desborda su cauce
de espacio,
marea
      la rueda que gira y delira
             y se pierde.
Es como si todas
las horas de acero se hubieran
quemado.
Es como si nunca los niños
hubieran
llorado la leche, gemido el zapato.
Es como si todas las madres
del mundo
tuvieran vestido y no les dolieran
los huesos cansados.

Absurdo, pero ésta,
la aquí, noche hambrienta, sufrida
y rotosa, sí que es
Nochebuena.

El fósforo tiembla.

Un grito de luces, un chisporroteo
de voces, pupilas
prendidas de soles y estrellas,
             suspenso…!

Y un cohete rabioso
             que silba su muerte,
      perfora la sombra
como un dragón
ebrio.


TESTIMONIO

Vamos a morir de muerte natural;
de esta muerte
de estar amando al hombre,
y vamos a morir sobre su llanto.

Sobre esta roca sola, pura roca,
bajo esta noche de mirar los sitios,
donde quedan sin hambre,
los sin trigo,
definitivamente ya saciados.

Puestos todos en fila, con los ojos,
puro miedo y pregunta, detenidos
en el tiempo, buscando ver.

Oh, estrecho
mundo grande y hermético,
cerrado, sin ventanas, miseria
color cuervo.

Sobre los huesos chiquititos
blancos,
del niño que soñó un día trigales,
los intuyó
del lado de abundancia,
no del suyo,
del otro, donde nacen, viven
crecen, celebran
y disfrutan.

Mundo miseria grande, sin salida,
sin manera de huir,
sin otra forma,
de escapar de pobreza que muriéndose.
Sobre esos huesos, chiquititos,
blancos, nos vamos a quedar,
y avergonzados.


SU CANCIÓN Y ELLA

Todavía me arrulla y me serena
la canción de mi madre.
Era una anciana desde siempre
y sabia,
una muchacha hasta la tumba,
y viva.
Aquel regazo tierra ya, sus manos
laboriosas, su frente,
aquel miedo en amor, aquel desvelo.
Supo leer el riesgo en las estrellas
y anunciar prematura
la sonrisa,
y tenía
un valor de vivir, una tan ancha,
gratitud de vivir.
La pensé inacabable; aún transcurre
por las noches conmigo, y me apacigua.
Como un niño, despierta, me despierta,
me incorpora,
se queda cuando todos se despiden
y parten, cuando nadie
me promete volver, ni vuelve nadie.
Un puñado de cal, allí, no es ella,
ella es ésta
que viene a recobrarme.
La hermosura, el dolor, una abnegada
soledad que me puebla,
una alegría, sin motivo, un retorno
a ser pequeña.
Una madre que es madre en mí, un hijo
a quien nutro y me nutre, una luciérnaga,
el rocío temprano, y un sol grande,
una luna empapada de tristeza.
El racimo que bebo, y el recuerdo,
la embriaguez y el olvido, la cadencia
que serena y acuna los jardines,
y el vigor
de una noche de tormenta.
Todavía
me sostiene y anima y fortalece,
me columpia y abriga
y apacigua,
la canción de mi madre.

 
Selección de JMP de los libros: Grillo y cuna, Ediciones E.M.M.A, La Plata, 1971 y de Con un hijo bajo el brazo, Edición de la Asociación Cooperadora  del Hospital de Niños Sor María Ludovica, La Plata, 1978.
Matilde Alba Swann (seudónimo de Matilde Kirilovsky de Creimer, nació en Berisso el 24 de febrero de 1912. Falleció en La Plata el 13 de septiembre de 2000) / Fotos: jmp

2 comentarios:

ingrid creimer dijo...

Gracias por difundirla!!! Sos uno de los pocos privilegiados que tiene "Grillo y Cuna".Los libros de mi madre están, casi en su totalidad agotados, siempre fueron vendidos a beneficio,en general, del Hospital de Niños o regalados...Mi tesis, en la Facultad de Bellas Artes, para la carrera de Diseño en Comunicación Visual fue el rediseño de todos sus libros. Aun espero que se pueda concretar...

José María Pallaoro dijo...

Ingrid, mi abrazo grande. Ojalá pueda encontrarme con tu tesis.