BALADAS EN LA AUSENCIA, 3
Casi nada
ya
queda
de lo antaño:
sólo
tu mirada
girando
en los años.
Tenue como
un pez
ella aún
enciende
su pálido
aro
de
tristeza y fiebre.
Lejos estarás
contra
otro Verano,
sonriendo
a los seres
salvajes
del año.
Tus pechos
aún vivos
como
ayer, creciendo
contra
otras criaturas
absortas
del tiempo.
Ellas hoy
tendrán
tus
piernas remotas
bajo
sus pupilas
húmedas
como hojas…
–Casi nada
ya
queda
de lo antaño
sólo
tu memoria
girando
en los años…–
PAISAJES, 5
El aire
entrelazaba sus cabellos
haciéndola
girar sobre sus ojos;
salpicada
de sol, alta de vientos,
estaba
iluminada en territorios
plenos
de luz, de claridad y fuego.
¡Oh
jardines de sol, humo de flores!
El
mediodía se encendía en ella
como
un gran abanico, con sus torres
altas de
luz, entre sonoras flechas!
Y cual
verdes antorchas, las praderas
ardían
bajo el grito de la hora,
y en
sus ojos la luz golpeaba llena
de
espadas rojas!
ELEGÍAS NACIDAS DEL INVIERNO, 4
Una mujer,
detrás de las cortinas
del
Invierno, vigila desde el llanto,
y,
apareciendo, a veces, nos llama hasta su vida,
y
tristemente nos sonríe llorando.
Detrás
suyo, y en largo sacrificio,
corre
un río de márgenes derruidas,
y hay
animales ciegos y solitarios ídolos
que en
desnudez absorta cruzan por sus orillas.
Y la
niebla que escapa de sus hombros,
de su
pelo cubierto por lo triste,
transforma
a esa mujer en alimento
del
corazón, y lo frutal se extingue
y sólo
aproximando mucho nuestros cabellos
logramos
arrancar una llama imposible.
¿Quién
es esta mujer? Desde su rostro
ella
vigila nuestra infancia, y vive,
cuando
la tierra es otra y el tiempo por los ojos
va
pasando en la forma de un aliento insensible.
UN SUEÑO
Perseguida
por las vacas azules
la
joven galopaba la tarde, entre violetas,
y sus
grandes pestañas, abiertas como nubes,
lloraban
largamente, con alegría y pena.
Sus senos
amarillos ya por el ensueño
rebotaban
en medio de paredes verdísimas,
y las
vacas azules lamían sus cabellos
tumbándola
en el campo, bajo las mandarinas.
En:
Tiempo de muchachas (Ediciones del Bosque, 1941), Fondo Cultural Bonaerense, La
Plata, 1962.Selección de textos: Jmp.
Alberto
Ponce de León (La Plata, 2 de mayo de 1917 – Buenos Aires, 3 de junio de 1976).Posiblemente
el mayor exponente de la generación del `40 platense. Dirigió la colección de
poesía de Ediciones del Bosque. Murió trágicamente, en un incendio, en 1976.
Imagen: Jmp, en Taller Mundo despierto, City Bell, 21 de noviembre de 2016.
Aurora
Venturini, amiga de Poncho (como lo conocían sus más íntimos a Alberto Ponce de
León), escribió: “Corrían todos los meses del año cuarenta cuando yo estudiaba
Antropología, materia curricular de la carrera de Filosofía, en una de las
aulas del subsuelo del poderoso edificio de nuestro museo de Ciencias
Naturales, y coincidían mis aprendizajes con los del Alberto Ponce de León,
variando el hecho, en que él prefirió Griego y Latín, en lugar de intrincarse
en la floresta rústica del Homo (no sapiens), que devenía del vozarrón del
doctor Cristofedo Jacob.
Igual solíamos encontrarnos a la salida, los viernes. El venía desde la
Facultad de Humanidades andando unas calles invernales y neorrománticas, la
tónica de ese momento. Yo subía por una escalerilla mínima del subsuelo de
huesos y pelambres. Sufríamos de un mal tórrido: poesía. Intentábamos quebrar
unos cristales de Samain tintineantes por López Merino; redondear los ciclos de
Banchs, por ejemplo. Yo sufría de otro mal: París, que visité en otoño. Leíamos
a Rimbaud en francés. En resumen de ideas, eran los tiempos de Alberto Ponce de
León (Poncho). A cada época lo suyo.
Traía, en cierta oportunidad, este revolucionario de la poesía (él lo ignoraba)
unos poemas que presentaría optantes al premio Martín Fierro, que ganaría María
Granata con su "Muerte del Adolescente".
El poeta edificó su libro "Tiempo de Muchachas", temulante desde la
portada. El libro iba dedicado a la poetisa y profesora de letras, que fuera su
profesora en el colegio Nacional, María Villarino. Ya dije que nos
encontrábamos los viernes y que íbamos a la confitería del Paseo del Bosque a
tomar un té humildoso, que yo invitaba porque ya tenía un empleo. Poncho,
entonces, sólo estudiaba. De haber obtenido el premio Martín Fierro, otra fuera
su situación económica, que mejoró años después cuando ganó el premio Planeta
con su novela "La quinta". Volviendo al tiempo de poesía (en serio),
cuento que a Poncho le encantaba leer sus versos éditos o inéditos. Cuento
también que las mesitas y el sillerío de la confitería eran de hierro pintado
de color blanco y que en torno al sitio, funcionaba un jardín de juegos
infantiles. Poncho leía una tarde:
"Yo
no sé qué sentido en las barandas/ miraba y respiraba por las tardes/
recortadas figuras de muchachas/ con ojos entre rosas, con cabellos/ mezclados
a la lluvia y las plantas,/ y senos que en las hojas se perdían/ como aves
entre ramas./ Y en las yerbas abríanse sus cuerpos/ llenos de una memoria
dolorosa,/ y rodeado de pronto con el viento/ que las alzaba en sus mojadas
alas,/ yo quedaba con ellas en el tiempo,/ entre risas y voces de
muchacha".
Entrábamos
de repente en una niebla grisácea, especialmente en otoño que fue cuando
Alberto Ponce de León se apostó en la vereda de la escuela Miss Mary O'Graham,
un día de setiembre, a regalar su libro "Tiempo de Muchachas", a las
muchachas de un tiempo suyo, conquistado para siempre.”
(Diario El Día, domingo 9 de
mayo de 2010).
2 comentarios:
Gracia por recordar a Poncho🥰
Gracias a vos por escribir. Me gustaría saber quién sos. Mi abrazo
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