NORBERTO ANTONIO Un camino humeante de escépticos



   NUBE

Nublada la nube que llueve sin mojar,
que no se involucra con ningún cielo,
que desconoce lo absoluto,
que tapa la luz volviendo obsoletos los espejos.
Agua que a puro arrebato cae de la frente
como un algo que requiere contemplación,
que suscita, que mortal sobrevive
en el mundo de los supuestos vivos.
Jugo de tormento que presagia:
prisa lenta para que los tumores sean visibles,
resplandor furioso para que la austeridad no sea suceso,
desmesura para mirar un lirio.


   ESCÉPTICOS

Era delito ser joven y no rebelarse,
tener lengua que habla pero no dice,
contemplar el cadáver de nuestro enemigo
con la conciencia del alma.

Hoy se ve un camino humeante de escépticos:
donde hubo cielo no queda siquiera
un azul culposo.

Debe haber para nosotros algún perdón
por habernos traicionado honestamente.


   OSCURIDADES

Vienen de los setenta
corazones oriundos de la pena,
un ramo de contradicciones marxistas,
un rumor a cadáver vivo en el fondo de los días.
Las dudas eran nuestras,
podíamos reconocerlas por un indecible olor a sombra,
verdades tan frágiles,
oscuridades no tan luminosas.
Nadie busca hoy las causas del dolor
ni tampoco será noticia mañana
la certidumbre de aquellas respiraciones agitadas.
No llegará el día en el que esta suavidad espinosa
nos depare un reposo habitable.


   PESADUMBRE

Había sido yo dos labios tristes,
un baudelaire inocuo,
me dolía aceptar la muerte de la tarde.
Ese modo de callar
por donde se cuela el inconsciente,
esa pesadumbre
de los muchos hombres que no he sido,
me trajo fríos del tamaño de lo trémulo,
y aunque siguen raptándome ciertos frenesíes
el piano de jarreth hizo reconciliarme conmigo.
Estoy solazado y no quiero dejar de estarlo,
voy camino a verme estremecido,
feliz no, estremecido.


   SARAJEVO

El fotógrafo
-que asido al brandy bosnio caminaba por el cielo-
perdió el alma en cada beso que dio,
sólo le queda la boca con la que pronuncia
el nombre de una mujer
que llora mientras toca el violín,
la que le hundía los ojos a las muñecas
y ayer fue violada
bajo las estrellas de Sarajevo.


   RESPLANDOR

Aquella mujer
que subía debajo de mi cuerpo
no era la que gemía
sino la bisagra de esa persiana
que no cerré
para que me quedara nostalgia
del resplandor que nunca tuve.
El viento hacía de ella
un quejido que gritaba por mí
la palidez de verme otro,
cada día más otro,
un clamor endovenoso
tan unánime que dolía.


En Desolación de Hopper / Desolazione di Hopper, edición bilingüe (traducción al italiano: Silvia Favaretto), 2019
Norberto Antonio (Rosario, provincia de Santa Fe, 15 de octubre de 1951). Reside en City Bell, partido de La Plata.
Foto: jmp

1 comentario:

Susana de Iraola dijo...

Increíble poeta que no conocía. Gracias por traerlo!