GIUSEPPE UNGARETTI
En la vacía
inmensidad de la ausencia
caben mares selvas
y tréboles de diez hojas
Se pueden rascar
las costras del tiempo
y alisar los callos
del perjurio
Y como si esto no
alcanzara
se abren las
arrugas de la piedra en el agua
SAFO DE LESBOS
Señora infinita
me someto al
arrullo
de tu viento
me acurruco
lleno de voces
en el campanario
de tu brusca boca
No queda tiempo
para la ciénaga del
olvido
tampoco para la
aurora
de dedos rosados
Viaja el carbón
hacia el alba
imprevista
la sorpresa
de los pájaros
remotos
Tu huella perdura
en la ausencia de
mis manos
N’DEYE COUMBA MBENGUÉ DIAKHATÉ
El hilo de oro
une al
contrabandista
con el filibustero
al bandido con el
criminal
Rayo de oro
que va al puerto
al huerto de tu
vientre
Lágrima de oro
por siempre reúne
al contrabandista
al ruin al genocida
que fue el fruto de
un amor
JUAN GELMAN
Ese poeta
llevaba un caballo
fosforescente
que le cabalgaba
los ojos
Desde algún rincón
de la retina
se le caía la
tristeza
en forma de vocales
era tan numerosa
que cobraba la
forma de un tsunami
de intemperies
perdidas
Las vocales se
pegaban al alma
y con sus uñitas
sucias
nos arrancaban las
costras
y todos los
silencios
Nunca vi un poeta
con tantos andamios
en los hombros
cargaban botines de
fútbol
un kilo de yerba
un barrilete de
bandoneones
Uno se lleva la
infancia
atada con un piolín
al cuerpo
Los años caracolean
como jaurías perros
callejeros
ladran versos de
muchedumbre
esquinas con
almacén
o pelotas de cuero
Nunca conversé con
un poeta
tan lleno de
silencios
la irreverencia
se le caía a
puñados de los labios
y le servía
para arañar la luz
Un domingo lluvioso
me lo encontré
a las doce
en la puerta de mi
casa
duerma usté
ciudadano
sin la conciencia
tranquila
por supuesto
y pórtese mal
me dijo
voluntarioso
mientras los
escuerzos
escarchan los
deseos
Llevaba un abrigo
gris
fumaba un
particulares sin filtro
que ya no se
fabrican:
vengo de otro lugar
confesó
arrugando la lengua
soy poeta
y se fue
rastrillando la
noche
con sus pasos
llenos de versos
insomnes
JUAN CARLOS ONETTI
Siempre hubo otros
miedos
de pozo y leche
negra
vahos de telarañas
lentas
y una ciudad que
arde
tal crepúsculo que
quema
los recuerdos
Fueron rutas de
vidrios quebrados
con ecos de pasos
distantes
transpirando
cuervos
y otros fragmentos
de polvo
Cierta noche
perdida
se dijo:
toda mi vida fui
pichón
de cabeza salpicada
de rocío
burlón ante las
amenazas
de los oscuros del
mundo
ALEJANDRA PIZARNIK
De tan triste tu
reflejo
el espejo se fue
solo
por el amargor del
adiós
Fue el lugar de la
infancia
un primer beso
las manchas mojando
el hombro
Gotas secas
cayendo en la
piedra
horadando
el fin de un atisbo
No quedan horizonte
ni brumas cómplices
ni abismo
No hay tiempo
el tiempo es hoy
FERNANDO PESSOA
El silencio
dice más que la
palabra
su hueco cobija
el deseo del beso
el milagro de la
dicha
No digas nada no
no es necesario
el silencio habla
trae el tiempo
la niebla del ayer
el desvelo de tu
boca
LOUIS ARAGON
Los ojos de mi
mujer son de menta y miel
don Luis
Una mañana vi
cabalgar por sus niñas
una multitud de
yeguas enfurecidas
Iban pidiendo
piedad
los animales
enroscaban sus
colas húmedas
a la furia
escarlata del amanecer
Mi mujer pestañeaba
indolente
y la secuencia
siguiente
era un andamio de
faroles fosforescentes
que caían en la
bahía de Río de Janeiro
La diosa Yemanjá se
ponía celosa
y no era para menos
porque los iris de
menta y miel
empañaban todos los
solsticios
Otra vez en un cine
me colé en sus
pupilas
y anduve navegando
intrépido
entre huracanes y
torbellinos
y me desperté en
una cresta de espuma
con la espada del
capitán
Los ojos de mi
mujer
don Luis
son de menta y miel
y con ellos
atravieso
todas las montañas
y descubro
lo que respira por
detrás
EUGENIO MONTALE
Amanece de nuevo
lo presiento
restaña la claridad
las heridas
nocturnas
en las paredes
Nada se mueve
todo es ausencia de
aromas
el sendero el techo
los muebles sordos
Mi cuerpo
extendido
insensible de partida
¿Amanece o es el
fin?
DULCE MARÍA LOYNAZ
¿Cuáles son los
recuerdos
del viejo espejo
desconchado?
¿Cuántas lágrimas
reflejó su brillo
qué amarguras su
dolor?
Pasaron por sus
nervios cristalinos
las sonrisas los
perfumes
las distancias y
los días
los arrebatos de
una noche
las agonías de las
tía solteronas
¿Qué colores tendrá
de mí?
¿Qué arabescos de
mi talle?
Hasta que el peso
de tanto tiempo
lo derrumbe
y se marche con
nosotros
perdido en las
estrías
ANNE HÉBERT
Nada más abismal
que la pena de un
niño
en un prado
Llanto que se
acuesta
en la breve tarde
mientras acecha la
nevada
Lágrimas que se
hielan
en la hierba dura
Lágrimas que vuelan
y se hacen rocío
para verter
la más honda
tristeza del mundo
CESARE PAVESE
¿Eran rojos, fueron
azules, serán negros todavía?
A veces los olvido
me arrullo en
lianas
escurridizas
interminables
Busco su color,
interrogo sus formas ocultas
A veces los
recuerdo
pero cambian
se hacen
fulminantes
se deshacen y
crepitan
otras lloran y se
enternecen
¿O son de menta y
miel
y será la muerte
y será tu compañía?
OCTAVIO PAZ
Doradas curvas
al sur hasta la
grupa
de vello azul
HENRI MICHAUX
¿A quién se le
ocurrió encerrar a los Zapallos? Cuando es sabido que no toleran el roce de las
bolsas de arpillera, las ecuaciones de más de diez dígitos o las canciones de
cuna desafinadas? El desconcertado victimario produjo más de un accidente con
tan poca calculada actitud: grupos de Zapallos ocuparon estaciones de ferry en
parajes tan diversos como Colón, Santa Bárbara, Jersey o Rade de Saint-Michel;
otros –no menos pertinentes- se dedicaron a organizar conciertos soplando en
papel de celofán, acompañados por alas de abejas y gruñidos de toros en celo.
La amenaza fue terrible y los gobernantes promovieron medidas anti-Zapallos.
Ignorantes: cuando un Zapallo se larga a galopar bajo cielo abierto, nada ni
nadie dejará de sonreír. De hecho, las arpilleras fueron carcomidas por el
desdén y la vergüenza y hoy en día ya no es tan extraño toparse con un Zapallo
leyendo en tu cama a poetas surrealistas belgas o buscando en un huerto frutos
tropicales en pleno invierno. Pero esa es otra historia.
Del
libro inédito “Vos es (el libro interminable)”. Selección: Jmp.
Foto: José María
Pallaoro. City Bell, entrada, 5 de abril de 2012.
Néstor
Ponce nació en el año 1955, en la ciudad de La Plata, Argentina. Reside, desde
1979, en Francia, donde es catedrático de Literatura y Civilización
Hispanoamericana en la Universidad Rennes 2. Es director de la revista
electrónica Amerika. Autor de siete novelas: El Intérprete (1998), La
bestia de las diagonales (1999), Hijos
nuestros (2004), Una vaca ya pronto
serás (2006), Azote (2008), Toda la ceguera del mundo (2013); El lado bestia de la vida (El asesinato de
Néstor Kirchner) (2016). Dos libro de cuentos: Perdidos por ahí (2004), Funámbulos,
vampiros y estadistas (2016). Tres libros de poesía: Sur (1982), Desapariencia no
engaña (2010), La palabra sin límites
(2014). Desapariencia no engaña fue
seleccionado en 2013 por el Ministerio de Cultura para ser distribuido
gratuitamente en todas las escuelas y bibliotecas públicas de Argentina (con un
tiraje de diez mil ejemplares). Ha publicado varios libros de ensayo. Sus
libros han sido publicados en Argentina, Colombia, Cuba, España, México,
Alemania, Francia. Desapariencia
no engaña ha sido traducido al inglés y será publicado en Londres.
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