Rafael Felipe Oteriño, Con la convicción de los hermanos mayores


CANTÁBAMOS

a Néstor Mux

Cantábamos sin la lengua adecuada,
cantábamos con la voz del relámpago
y la urgencia del trueno.
Pero nuestro canto estaba inflamado
desde muy atrás:
por voces que nos sostenían
con su cantar ininterrumpido.

Con la convicción de los hermanos mayores,
con el diamante en el pecho
de los que nos habían precedido,
hijos de un lugar, cantábamos:
una canción más alta que nosotros mismos,
una Arcadia más dulce
que la corriente del agua entre los dedos.

¿A quién cantábamos?, ¿con qué imágenes
y artes desconocidas cantábamos,
que el relámpago nos tocaba el hombro,
y no lo sentíamos; que el trueno
era duro y áspero, y no lo oíamos;
que las manos tiraban de nosotros,
y no obedecíamos?

                                    Cantábamos
con labios acostumbrados sólo a cantar;
cada vez más lejos de nuestras casas,
por calles que ni los propios padres
reconocerían. Cantábamos, ¿lo recuerdas?,
y las cabezas rodaban de los cuerpos,
                 aún cantando.


Hace unos años, este poema, otro, se llamó “Hijos de un lugar”, ahora es “Cantábamos”, y está dedicado a Néstor Mux, y lo leímos, mientras las brasas ardían, un sábado 12 de noviembre, en City Bell. En: Eolo y otros poemas (1966 – 2016), Editorial Brujas, octubre de 2016. Foto: Elena B. Núñez. Néstor Mux y José María Pallaoro, bajo el sauce, City Bell, atardecer, sábado 12 de noviembre.

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