LOS SUICIDAS
Caen en
la sombra, erguidos,
coronada
la lívida cabeza por crispadas heridas,
rota
la voz guardada como un puñal celoso.
Y ruedan
como soles en la noche, gritando,
en su
vértigo oscuro enamorados
de la
fiebre impetuosa de la vida.
Los vi
emigrar pálidos del sueño,
sangrando
las desnudas cabelleras
en un
viento sagrado;
rompiendo
las
despreciables ligaduras.
O como
agudas flechas, en nube ponzoñosa,
desafiar
al Infierno.
Oh ángeles
rebeldes,
os
canto en las fronteras de vuestro reino impío
como
hijo impuro de las negras Furias.
Aún los
veo pasar,
con el
dorado cuerpo delirante,
cubiertos
de una pompa desesperada,
como hidras
bebiendo
la
dulce pestilencia de la vida.
CISNE DEL CIELO…
Cisne del
cielo, pura revelación del agua,
te
alejas flotando
sobre
la noche imaginaria.
Estás llena
de fuego y alto frío,
de
suprema substancia irrepetible,
y
dejas en el aire tu alabanza.
SE INTERNABA EN EXTRAÑAS…
Se internaba
en extrañas geometrías del sueño,
en el
silencio de los nuevos soles
y en
desiertos de lava sin fronteras.
Su voz
multiplicaba la apariencia del tiempo
y en
auroras concéntricas llegaba
a la
pura alegría.
En:
Primera antología poética platense, Ediciones Antonio Zamora, 1956. Selección,
prólogo y noticias de Roberto Saraví Cisneros.
Héctor
Eduardo Ciocchini (La Plata, 1 de agosto de 1922 – 19 de mayo de 2005). Profesor
en Letras, poeta, traductor. Publicó en poesía, entre otros libros, Los Dioses,
La noche, Elegías, 1949; Los sagrados destinos, 1954; Canto del prisionero,
1958 y Cielo, 1960.
Es
padre de María Clara, secuestrada y desaparecida, junto a su amiga María
Claudia Falcone, en La Plata, desde el 16 de septiembre de 1976.
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