EL DÍA TIENE SU PROPIO ALMANAQUE…
El día tiene su
propio almanaque.
Día tras día,
piensa (sueña)
con una fecha o con
otra.
Hoy puede ser, por
ejemplo, 8 de abril,
y mañana 28 de
enero.
Hoy puede ser
septiembre verde
o junio de pecho a
tierra.
Día tras día, el
cuerpo inventa su propio tiempo,
su pasión por el
alba irrevocable
y camina a tientas
de la sonrisa
hasta que la
realidad, que bosteza
en el umbral de la
cama,
nos guillotina con
este otro filo
de los relojes y
los péndulos.
LO PEOR ES TENER LAS PALABRAS SECAS…
Lo peor es tener
las palabras secas,
desolladas,
tendidas al sol,
en el patio más
oculto de la casa.
Entonces, cuando
las buscamos,
ya no podemos
reconocer el pelaje de un sueño extinguido,
el aroma de una
bandera que encendíamos.
Y no tenemos
defensa posible,
ni siquiera una
acusación honorable.
Simplemente las
olvidamos,
las dejamos a un
lado
mientras nos
arrullaban el corazón y la piel tibia.
Simplemente,
quisimos existir
sin pensar con la
segunda alma,
aquélla que viaja
en las palabras,
aquélla que ya no
está en ninguna parte.
LA PLENITUD NO ES ESCRIBIR…
La plenitud no es
escribir,
aunque, al término
del poema,
una sonrisa pueble
todo el cuerpo.
Después de la
última palabra,
acaso del punto,
si es que aún hay
signos,
queda un vacío que
mendiga su lugar,
queda un vacío que
se arrastra
desde a un pozo a
quemarropa.
El vacío existe,
aunque no sea nombrado;
es más, el vacío
existe
porque las piezas
del poema encajan perfectamente.
El vacío existe
porque es la otra forma de escribir
que aún
ignorábamos.
LA POESÍA ESTÁ CANSADA…
La poesía está
cansada.
Condenada a
escribir sobre los grandes temas,
a crear un lenguaje
absolutamente nuevo y original,
hoy sólo desea el brazo
de un hombre,
para avanzar a
tientas por la realidad esquiva.
Hoy la poesía sólo
quiere un cuerpo,
para vivir con los
golpes de todos los hombres.
UNAS GOLONDRINAS HAN CONSTRUIDO SUS NIDOS…
Unas golondrinas
han construido sus nidos
en una canaleta del
techo.
Y el viento es azul
sobre el óxido.
El viento es azul
sobre un techo de harapos.
El viento es azul y
es siempre y es todavía.
Mañana cerrarán por
última vez
los portones de la
fábrica.
Ya lo sabíamos.
Todo lo que cae es
un grito.
Ya lo sabíamos
cuando las máquinas
quedaban
como caparazones de
animales extinguidos.
Ya lo sabíamos.
Primero, fueron los
más jóvenes, los
recién llegados.
Después los viejos,
los que ya no podían
dar nada.
Después, nosotros,
todos.
Nadie a salvo.
Nadie.
Nadie. Nada.
Ya lo sabíamos.
Y ahora que el
tiempo afila sus manos,
sabemos que el día
que vendrá
es apenas una
golondrina,
casi ciega.
CADA HOMBRE TIENE SU OLOR…
Cada hombre tiene su olor,
no sólo el que viene del carro poblado de herramientas,
no sólo el del café aguado del amanecer
o el de su saliva amarga
frente al portón del taller.
Cada hombre tiene su olor, no sólo el de la novia emblemática
que lo esperó en los días incompletos,
no sólo el de la esposa
extinguida entre ropas viejas y tacones desmoronados.
Cada hombre tiene su olor,
aquél que respira el día por venir,
el día no escrito en calendarios,
el día ausente que aguarda
para dar un zarpazo a la esperanza.
Cada hombre tiene su olor,
no sólo el que viene del carro poblado de herramientas,
no sólo el del café aguado del amanecer
o el de su saliva amarga
frente al portón del taller.
Cada hombre tiene su olor, no sólo el de la novia emblemática
que lo esperó en los días incompletos,
no sólo el de la esposa
extinguida entre ropas viejas y tacones desmoronados.
Cada hombre tiene su olor,
aquél que respira el día por venir,
el día no escrito en calendarios,
el día ausente que aguarda
para dar un zarpazo a la esperanza.
PAÍS
I
Entonces, las figuritas del Billiken.
Belgrano, que no terminaba nunca de morirse,
dando su reloj a su médico de cabecera.
No le quedaba ni el hambre de ese día
y en Buenos Aires, descuartizaban el poder,
como si fuera el último caballo del fin del mundo.
Pienso en voces enmascaradas,
en archivos cuidadosamente guardados,
en gobernantes con maquilladores,
publicistas, asesores de imagen.
Pienso en un país donde los antifaces se desgarran
sobre otros antifaces
y nos da pánico llegar hasta la piel y rasgarla
y abrir los músculos, los cartílagos,
las enramadas de nervios
y encontrar el humo feroz
de los que incendiaron el pasado,
de los que sembraron sal sobre la memoria,
de los otros nuestros
que irguieron un país de vidrio.
II
País donde degollaron los por qué.
País donde peinamos el amanecer
para que la realidad se mire en el espejo.
País pasajero, país de la tormenta
y del pan en la ventana.
País como un sorbo de agua,
que se escurre entre los sueños.
III
Un país. País paisaje. País de otros que
miran desde un avión, desde una
escalera de cristal.
País de abajo, de las raíces,
de la dormición de las voces.
País de los acordes futuros,
de una gran orquesta que avanza en el desierto,
que enciende una fiesta en la madrugada.
Entonces, las figuritas del Billiken.
Belgrano, que no terminaba nunca de morirse,
dando su reloj a su médico de cabecera.
No le quedaba ni el hambre de ese día
y en Buenos Aires, descuartizaban el poder,
como si fuera el último caballo del fin del mundo.
Pienso en voces enmascaradas,
en archivos cuidadosamente guardados,
en gobernantes con maquilladores,
publicistas, asesores de imagen.
Pienso en un país donde los antifaces se desgarran
sobre otros antifaces
y nos da pánico llegar hasta la piel y rasgarla
y abrir los músculos, los cartílagos,
las enramadas de nervios
y encontrar el humo feroz
de los que incendiaron el pasado,
de los que sembraron sal sobre la memoria,
de los otros nuestros
que irguieron un país de vidrio.
II
País donde degollaron los por qué.
País donde peinamos el amanecer
para que la realidad se mire en el espejo.
País pasajero, país de la tormenta
y del pan en la ventana.
País como un sorbo de agua,
que se escurre entre los sueños.
III
Un país. País paisaje. País de otros que
miran desde un avión, desde una
escalera de cristal.
País de abajo, de las raíces,
de la dormición de las voces.
País de los acordes futuros,
de una gran orquesta que avanza en el desierto,
que enciende una fiesta en la madrugada.
TENTAR A LA LUZ
“… Una luz
que el sol no sabe…”
Pedro Salinas
Pedro Salinas
I
Es terrible nacer
en un temporal de
palomas.
Es más terrible aún
que florezca
nuestro vuelo
en un amanecer de
halcones.
Pero algo es más
terrible todavía:
poseer la brisa de
una paloma
pero haber anidado
en la sed de los halcones.
Haber bebido plenamente
su mirada.
II
Pero algo quizás
sea más terrible:
saber que éste no
sea el umbral,
que aún no ha
llegado
la acechante
vigilia del infierno,
su desbordado amor,
como el hambre de
un terremoto,
su pasión,
en capullo de
garras.
III
Pero algo es más
terrible aún.
Que al regresar a
tu casa,
no te reconozca el
portal
y permanezca ciego
a tu creciente.
Que tus padres te
hayan engendrado
en otra madrugada
y el hijo vague en
otro aire,
en otra sombra.
Que clames por tu
piel,
por la fragua de tu
voz,
y nadie,
nadie,
sepa hallarte entre
los despojos
que este horizonte
inexpugnable ha dejado.
A VECES EL MUNDO
A Analía Balderraín
A veces el mundo
es más pequeño
que la casa de la
infancia,
que la casa de
sueños y harina,
que sus muros
insobornables
de verdín y niebla.
A veces el mundo
es más pequeño
que un ladrillo de
barro indiferente
en el desamparo del
patio.
Es más pequeño
que una despojada
peña
en la vena más
ciega
del hombre.
Selección
de textos: José María Pallaoro; de las antologías: “Relatos para morir con los
ojos abiertos”, Los albañiles, 1997; “Poesía 36 autores”, La Comuna Ediciones, 1998;
y de los libros: "Libro de navegación" (2003), "Libro del espejo ardiente" (1985)
y "Libro del vigía" (1978).
Patricia
Coto (La Plata, 17 de junio de 1954). Foto: Archivo de la talita dorada.
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