1
(Selección)
Vi tu ausencia de
todo
haciendo señas.
Yo que iba
y venía
por naufragios.
Por vos creció en
mí el canto,
nave de amor al
aire.
Entrado por tu
amor,
por tu amor salgo.
Yo soy tu voz
conmigo
en la alborada.
Mujer del más
reciente
desamparo.
Centro de la
claridad
que yo rodeo.
Yo que venía de las
noches
continuas
tuve que detenerme
en tus pupilas.
Yo que venía
atravesando
bosques
hacia tus claras
manos.
Yo que he llegado
al júbilo
nuevo
de no querer otro
horizonte.
…
Siento una soledad
sin música,
un oscuro murmullo
enamorado.
2
(Selección)
Pájaro triste
posado
en el muro
la palabra
espera
el vuelo prometido.
Yo le mostré
la luz,
el aire.
Y el ruiseñor es
cuervo.
Pese a tu cósmica
fugacidad
quería
reclamarte
una palabra
justa.
Escribo
a la mayor
soledad humana
con la palabra
intento
recuperar
un día
para el hombre.
Sabiendo
las palabras
que me sobran
voy
por la necesaria
Crecí
mi voz
al mundo.
Como raíz
o pájaro agotado
me detuve.
3
(Selección)
Solo nosotros
todavía
pesamos en la
tierra.
Todos los días
amanece el pájaro
y el árbol.
La tristeza
solamente
se mueve
entre nosotros.
Todos los días.
Últimamente la
familia
se me enfermó de
tiempo.
Y amanece
cruelmente.
Y anochece.
Uno por uno
caerán
un día.
Se caerán
mis pocos
amigos
verticales.
La casa
quedará
vacía.
Uno por uno
y uno.
4
(Selección)
A un hombre lo
cercaron,
piedra y piedra,
sombra y sombra,
le han enterrado un
pozo
sin estrellas
y está empozado y
solo
con un jazmín
crecido
extrañamente.
A la flor
le piden
vivir
por el aroma
que la seca.
Y la flor
vive.
Del gesto herido
de la tierra
nace la flor.
Última seña
del amor
inmenso
todavía
esperándote.
En:
“Decisión de la luz”, Ediciones Caracol, Buenos Aires, 1967. Selección de
textos: José María Pallaoro. Foto: “Decisión de la cámara”, Marcelo Ortale en
Pasaje Dardo Rocha, La Plata, Archivo de la talita dorada.
Marcelo Ortale (La
Plata, 1942). Periodista.
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