VERÓNICA RODRIGUEZ: Soy yo la que escribe poesías y otros poemas



urge una última dignidad:
asumir sostener
contra cualquier pretensión humanitaria
que, en verdad,
no hay más dolor en el mundo
que el que causa el desdén,
el propio

vean el hambre más feroz:
la espera de esa migaja, su respuesta
la tortura más inmoral:
su amor en otros asuntos

si ya no hubiera muerto
más de cinco o cien veces
de estas y peores cosas
rogaría a gritos
por el áspid, la cicuta…

pero no: soy
la mujer fénix
nutriré mis raíces con raíces más amargas
dormiré mi siesta con Morfeo
o su hermano o su amigo
lloraré lo increíble lo indecible lo imposible
vestiré y sonreiré de luto
todo el tiempo que quiera
porque soy la dueña del tiempo de dolor

y saldré a escena otra vez
otras veces
me pondré el traje de seda
rojo de seda
para llamar al ronco animal
al bruto al necio
lo tentaré lo llamaré a dolerme
(lo haré con el mismo u otro nombre)
porque soy la dueña del coraje de dolor

pero no es el dolor
soy yo
la que escribe poesías.

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voces

dejaré en una silla el pañuelo
que defendió mi cabello del viento
llevaré mis pies hasta la arena
(extrañaré un café)
probaré cantar
pero no habrá voz
porque para pensarte
acostumbré el silencio
y estoy tan muda de gritar tu nombre
que en vano pruebo recordar
los nombres de las cosas del mundo

el mar dirá las cosas
pero yo oiré tu música

el mar
hablará de otros hombres
de otras mujeres
de hombros que duelen bajo maderos
de manos callosas en un puerto
de bocas infectadas de delaciones
de vientres cóncavos y convexos
de pies torturados o sin rumbo

qué mezquina me volvería amarte
qué vacía pasearía mi vida en esta playa
si no te dedicara -como lo hago-
las lágrimas que lloro por el mundo.

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ciclo

me quedo pensando
en la hoja, el árbol
en la tierra

pienso en su diferencia y equivalencia
esenciales
y vuelvo a mí mis propios ojos

pienso en mi canto
que no es menos esencial
que inútil

pienso en tus ojos
que no me reconocen más
ni de otro modo
que este mismo modo mío
de distinguir una hoja, las hojas

pienso en lo breve, lo fútil, lo imperceptible
y en esta impaciencia del tiempo
que se va y no da crédito
ni importancia a mis planes

el ciclo
se sucede
vuelvo a pronunciar mis deseos
como si contemplara una mágica fuente
con una moneda entre los dedos
los digo al aire y al viento
pero ya no me engaño:
un día seré una hoja
más
en el suelo
y ni yo recordaré
mis pasados colores
y poco importará
cuántos sueños haya cumplido
o incumplido

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cartón

he trabajado duro
para domar tu imagen
he jurado ignorarla
y ella, que ahora es más obediente,
se ha comprometido
con firmeza
a ya no desvelarme

he debido explicarle
que pasaré de ella
y de su dueño
por el tiempo que reste en la aventura
de hallar un ser amable

la he escrutado a los ojos largamente
con la luz de la rabia:
no he logrado encontrar
ni aún un atisbo
de mella en su altivez
-sigue sonriendo-

ahora que se marcha
descubro sin embargo
que apura el paso…
teme
que me atreva, ahora sí,
a retenerla un instante
para rasparle un ángulo
para ver cabalmente
-libre ya del opio o del encanto-
que mis dedos se ensucian
con un dorado tinte.

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carcelera

te descubro una vez más
usando mi nombre
decís en mi voz y en mi nombre
las palabras los vestidos
de seda

nadie te pregunta
la mordaz respuesta
ensayás repetís ensayás
nadie escucha el retruque
altisonante
la fanfarria retórica
tu virtud edulcorada

esta tarde
harta de oquedades
quisiera saber los ojos
las manos el miedo
de la verónica
llorosa
-no la llorante-
de la magdalena
que en el fondo
tiene sed de esa lluvia de piedras

y quisiera no desear saber todo
decir todo parir todo
quisiera felizmente ignorar
el libre argumento
o el capricho
de la lágrima, la piedra
y que fueran libres de caer
de mí...
a mí...

¿la mujer que me invento se parece a mí
o bien
la mujer me inventa
porque no sabe cómo
parecérseme
porque no me conoce?

quisiera verme las verdaderas manos
el dolor la fibra el sueño
quisiera saber cómo amaría
si de verdad estuviera enamorada
quisiera dejar la literatura
para otra vida
y vivir
sin la mujer que me estudia
que me hace
que me escribe.
Libre
del estúpido disfraz tras el cual
un día me oculté tan bien
que ahora no me encuentro.

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no será

tira –inocente- del hilo
desteje, desrama, deshoja
el árbol, el libro, el hijo

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la soberbia

te hice de barro con mis propias manos
y te soplé un alma de mi propio aliento

pero nunca amaste
porque no soy una diosa

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MASAI

Como esas mujeres espiga
de barro y cuentas
collares y dientes
huesos y vestidos encendidos
yo daría uno, mil saltos al cielo
para encantarte
en esa tierra negra y feroz
saltaría
saltaría
saltaría
hasta que me miraras
y con el cráneo al sol
exhibiría mi amor y mis virtudes
saltaría
saltaría
a la vista de todos
siguiendo el ritmo
de un raro tambor interno
sin fatiga saltaría
hasta que al fin
en un instante
olvidara
porqué
salto
salto
salto
salto
y me amara a mí misma

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Verónica Rodriguez nació en Buenos Aires (1973) pero vivió en Puerto Madryn gran parte de su vida. Ahora está radicada en La Plata. Es una de las organizadoras y poetas que participan en las “Colgadas de Poesía” que se realizan en las plazas de nuestra ciudad desde el año pasado. Es profesora en Letras egresada de UNLP y dicta clases en algunos colegios de La Plata. También trabajó y trabaja como correctora de revistas, libros y textos académicos.

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