CELIA DE LUCA Un pájaro acaba de inventar el cielo y poemas inéditos


 

I

 

 

Oscuridad en este perfil de mi rostro.

Oscuridad en esta continua abjuración del ser.

                   Y sin embargo hay algo

evanescente

en la travesía de la tarde:

                            desde tu espalda,

                            desde tus ojos

un pájaro acaba de inventar el cielo.

 

 

                                      (En los despojos de un exilio

                                      hemos gozado con la precaria

                                      ignorancia de la belleza.)

 

 

 

No compares tu dolor

con mi crueldad:

                   entre las piernas

                            el deseo

                   puede herir al juego.

 

 

 

Basta de no decir algo del poema,

algo

que ablande al agua calcinada

                            en diamante.

Algo

como el viento reducido

al vuelo de un ave

capaz de escoriarme

la carne nocturna:

         ese animal que paga con la muerte

         su minuto de asilo

         en el fondo de tus ojos:

 

 

                                      (Sin embargo espero

                                      como Dios espera la piel de los inocentes

                                      para tatuarse.)

 

 

 

II

 

Nadie puede alejarse

                   del fuego

ni de las cosas terribles.

Fuera de las palabras

                   no más casa.

 

 

 

Suele suceder que un sueño

parido prematuramente

envejezca un bosque sobre tu carne

y muerda en tus ojos

su fronda luminosa

                   de perro estrellado.

Entonces déjate errar

                   hacia el silencio

o empoza cada palabra en el corazón

para no decir

el otro nombre de tu muerte.

 

 

                                      (Los espejos pulverizarán su inocencia

                                      para que Dios olvide nuevamente.)

 

 

 

III

 

Los metales

adquieren todas las formas de la muerte.

Ésta es mi máscara:

                            un papel de arroz.

 

 

 

Cómo asumir el rostro

que la desmemoria me adjudica,

si la brisa

                   cuece del arco iris

                   lo que mañana

ha de ser celebración de la tristeza.

 

 

                                      (Frente a esta penumbra aún

                                      es verosímil un reflejo:

                                      sólo es agua el reverso del diamante.)

 

 

 

POEMAS INÉDITOS

 

 

animal en llamas,

la noticia se propaga en los desarmaderos de la lluvia:

                                                                            se muere este domingo

como morirá la memoria de la luz

cuando se encienda el primer candil  

Una mano cerrada y en su palma la misma noche dentro

negra y absoluta en su ceguera,

espejo boca abajo

Lentas las calles que han respirado bajo nuestras sombras

pasan una a una 

nada volverá a ser 

Habrá otros amaneceres donde tu mano se aferre a la mía

donde el sudor del olvido deje intacta la sangre  

y nos regrese del exilio

Estos y otros seremos

en los cotidianos gestos de la ternura

en la melancolía de los muslos

en la fiebre de la mirada.

Iguales a la hora del milagro

iguales en el segundo del dolor.

 

 

                                    (La ciudad se detiene en sus campanadas

                                    en las hojas que jamás conocerán al río)

 

Marzo de 2015

 

 

a visitar los trenes he ido,

quedo mirándolos

y no se trata del crepitar de la tierra bajo los pies,

esa sensación de que algo se desprende en la noche

el olor rancio entre gasoil, sudor y lejía

distinto de otros olores,

las manos en los bolsillos contando las silabas

mientras tu vocecita aún lee la prosa del transiberiano 

y da vueltas en mi sangre:

“Dime, Blaise, ¿estamos muy lejos de Montmartre?”

Pero aquí no hay transiberianos,

sólo tristes andenes y vías casi muertas donde la miseria y la ignorancia

tienen su fiesta a diario.

Estoy sola en el frío

mirando un tren que se va.

 

Marzo de 2015

 

 

Ahí está parada en la vereda,

fina, limpia y dueña de una seducción asimétrica

como la de las nubes.

Sólo deletrea mi nombre,

pero aún no me llama,

no lo canta con la voz de mi madre.

La dejo estar recortada en esta luna feroz de diciembre,

mientras una taza de té entibia mis manos

como las entibiaron los pechos del aire

que sí me llamaron para destrozar mi aliento entre sus muslos:

                            piel y pellejo mordedura de una lágrima

                            tatuada en el revés de su lengua,

                            gemidos huérfanos cautivos en una almohada

                            donde no hay reposo

                                                   

                                                            vaivén de mariposas y estrellas

                                                            fuego que humedece lo que toca

                                                            y no devora las entrañas lentas del olvido.

 

La misma ausencia ahogándose en un grito hasta morir con la boca cubierta.

 

Sola ahí fina y limpia, parada en la vereda de este año

donde todos fuimos un poco peregrinos del desamparo,

espejo de mí en el que aún me miro y aguardo en silencio

la luz de tu candil, las letras de mi nombre.

             

Diciembre de 2020

 

 

No tenía ganas de escribir,

sólo me senté a ver la vida que rueda como monedita

desde este lado donde es diciembre

y los jazmines comienzan a hacer su marcha hacia las palmas de mis manos,

me senté a esperar que venga una ola del mar de la china

que traiga farolitos y mariposas

y se lleve los agrios trapos de los muertos.

Me senté entre la pila de libros y los ruidos de los muebles,

afine el oído y acompase el corazón entre las letras y las vetas

construí una ventana nueva que da a todas las despedidas

y tengo una cocina pintada con la sangre de una lechuga.

Me senté en esta noche a cortar hojas para enhebrar los sueños

Sin saber que algo de todo rodará hasta tu umbral como una monedita

para columpiarse en tus manos.

 

Diciembre de 2020

 

 

Ya las cuchillas se han retirado del campo de batalla

y toca desmontar sigilosamente el árbol

también pasó a retiro la tropa de cucharones, peroles y trapos.

Sólo basta un instante entre el agua que corre y una alacena donde se cobija la soledad,

para afirmar:

                          las fiestas han terminado.

Queda abrir las ventanas

dejar salir al sol que alguien trajo en una mandarina

levantar las migas que dejaron los muertos,

vendarse las muñecas rotas

alinear la sonrisa con los pies

y salir a transitar la historia de esta mañana.

 

Enero de 2021

 

 

 

En Dossier para el olvido, Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1996 y poemas inéditos / Selección de textos y fotos: jmp / Celia De Luca nació en La Plata el 17 de octubre de 1960

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