DANIEL SCHECHTEL Charlando con Almafuerte y otros poemas inéditos


         CHARLANDO CON ALMAFUERTE

 

Al cínico y al cansado

los place saberte triste:

cuando aflojaste no hiciste

otra que darles razón.

Entregate a tu misión:

cantá y ganate el alpiste.

 

Si tu don es el negocio

y hacer números te encanta,

usá ese encanto: no hay manta

que te dé tanto calor

y abrigo como el amor

de hacer lo que tu alma canta.

 

Si te vibra entre las sienes

una voz que clasifica,

menester es ver que indica

una mente intelectual:

no le des uso teatral,

pensá por quien de ella abdica.

 

Si te sentís responsable

de quien ignora algo hermoso,

aprovechá el generoso

afán de darles placer:

promové a quien le de ser

a lo que juzgues valioso.

 

Sea tu cuerpo o tu palabra,

o la música o la línea

la lengua que tu alma ígnea

elija para expresar

el arte que has de crear,

que alrededor todo tiña.

 

Si la música o el canto

le disputa tu desvelo

a quien te ama con anhelo

y elegís ser la canción

que sea tu composición

el próximo himno del cielo.

 

 

 

         PARA QUÉ ESCRIBIR LO QUE HAGO

 

A veces, cuando el poema me regala

los versos que describen mis quehaceres,

me digo "¿quién no ha visto amaneceres?

¿Quién no ha visto vestirse al sol de gala?

 

¿Quién no ha mirado el agua que resbala

sobre el vidrio, y soñado con ayeres?

¿Quién no ha pensado en todos sus deberes

con un tic-tac de fondo en la otra sala?

 

¿Vale el tiempo escribir la blanca espuma

que acompaña las olas de los días?

¿Acaso recordar que sobre vías

 

avanza nuestro tren algo nos suma?"

El tiempo usa una máscara invisible:

se esconde tras el hábito, infalible.

 

 

 

         DE LA ADMIRACIÓN

 

Cuanto más uno crece, más se acorta

la lista de personas que uno admira;

una a una, transitan por la mira:

su escrutinio los prueba de ala corta.

 

El artista genial de mente absorta,

que otrora fuera musa de mi lira,

ahora es un imbécil que ni mira

qué objeto su accionar (o su obra) porta.

 

¿Nace, la admiración, de la ignorancia?

¿Crecer es vocación de iconoclastas?

¿La crítica, a elevar el alma, espuela?

 

¿O condenar al resto es la arrogancia

de quien teme dar ser a obras nefastas

y halla alivio en soñar que nadie vuela?

 

 

 

         DÉCIMA

 

Si me preguntan por qué razón escribo,

al galope de una charla sobre el ego,

se me ocurre que escribir es como un juego,

pero al pensarlo bien, pierdo los estribos:

"porque quiero que otros vean lo que percibo,

por amor, por vanidad, por ocurrencia,

por dolor, aburrimiento o insistencia".

No preguntan por qué leo, y coincidimos:

más lógico es preguntar por qué mentimos

que por qué es que respiramos con paciencia.

 

 

 

         EN REUNIÓN LITERARIA POR ZOOM

 

Miré los muros de la patria mía...

Quevedo


¿Qué pensará mi viejo

mientras perpetra la invasión al sueño,

y mi voz en cadencias de Quevedo

es el muro perplejo

que impide asedios? ¿Estará risueño?

Mientras vigila, involuntario y quedo,

mi reunión literaria,

¿enlistará proyectos

que abandoné por libros y dialectos?

¿Sostendrá la esperanza

de imponerme su lista temeraria

de valores que cree que no entiendo?

No sabe ver la alianza

que sostienen mis libros con sus gestos,

mis humildes remiendos.

Su pasión militar está en los textos

de las épicas griega, anglosajona;

su ideal femenino,

en el amor cortés de los romances;

su presentir divino,

en John Donne, en Petrarca y en su Donna;

y ese triste percance

de ser hombre completo sin entradas,

esa miseria es Carver.

¿Qué pensará mi viejo

mientras Quevedo enuncia su terceto?

¿No seremos, Quevedo y yo, soldados

del muro, y el soneto,

la paz de su reloj y de mis dados?

¿No me oirá de tal suerte

que no halle “cosa en que poner los ojos

que no fuese el retrato de la muerte”?

 

 

 

         En el café

la veo

la gran necesidad de las ficciones colectivas

agitar banderas negras

habitar con otro el día

en un café la veo

la enorme facultad de creer que el tiempo nos vigila

de creer que Algo se alegra

por amar la misma insignia

la veo en el café

la gigantesca fe de que en dos seres hay poesía

de que aquello que uno alberga

tan solo en los otros brilla

del café aprendido bebo

que olvidarme un poco debo

de aquello que me obsesiona

si quiero cantar la risa de una insignia que ilusiona

religión o ciencia o arte

¡toda insignia me apasiona!

pero en este café veo

el verdadero estandarte

se refleja un rostro cómodo, curioso, cauto, abril

es la amistad la que veo

es el símbolo en que creo

para tragarme el café

de esta negra vida hostil

 

 

 

         Las locomotoras del sueño inundan los pasillos

y el humo transgresor se impregna en las paredes.

Anoche no he dormido y hay nubes que no llueven,

y al no precipitar obnubilan mis sentidos.

La puerta de la clínica resuena, carcelera;

las voces megafónicas cuestionan mi pecera;

colmenas puntillosas se agujan en mi acuario;

soy pez fuera del agua, boqueando sobre piedras.

Operan a mi hermano, acribillan mi cosecha.

Granizo se desgrana en el trigo que en mi noche

sembró, llena de amor, la punta de mis yemas  

en una espalda curva en que brota todo roce;

bajo un lucero claro y naval, bajo la esfera;

lunar, canté mi suerte cifrada en labios y alba;

perdí el tren de los sueños jugando a ser poeta,

sabiendo que al crepúsculo a mi hermano lo operaban.

Es un fantasma azul quien me llama desde el norte;

tiene forma de médico y me hace un gesto ambiguo;

la luz lo muestra grávido; el humo, solitario;

La noche manda a tragar con luz solar sus residuos:

El médico, sin párpados; y mis ojos, sin manos

para apartar tantas algas de mi camino a su encuentro.

Espero que entre el coral encuentre a mi hermano sano

y que muy pronto durmamos y el descanso no sea eterno.

 

 

 

         Sobre el rostro grisáceo de la arada,

contra un fondo de blanco amanecer,

cabalga una silueta recortada,

que tiembla en frenesí, como un querer.

 

No se escucha ni tropa ni majada,

¿qué busca conseguir con recorrer

el campo en esa marcha apresurada?

¿Será el jinete un hombre o una mujer?

 

Hace dos noches, hubo una tormenta

de viento y polvo y chapas que volaron.

Papá y mamá, teniendo los postigos,

 

al nene ir a la puerta lo dejaron...

Cabalga la pareja y se lamenta:

“¡¿Dónde está?!” “¡¿por qué, Dios, estos castigos?!”

 

 

 

         Jugar a ser los otros. Eso hago.

Me voy probando máscaras e intento

ser todos. Es así como me invento,

y en esto nada hay de brujo o mago:

 

no hay rostro verdadero tras el plástico,

no hay gesto que subyazga a tu fachada:

sos todo lo que hacés (detrás no hay nada)

pues somos más flexibles que un elástico.

 

No busqués tu verdad en un espejo,

ahí sólo está la máscara que usás

cuando querés creer que te elevás

por encima del resto. Acá te dejo

 

un último mensaje: no olvidés

que con cada segundo que se va

podés hacer CUALQUIER cosa. ¡Andá ya!

¡Salí a reinventarte de una vez!

 

 

 

         El tamiz del poeta al leer es su alegría,

es su pena, su deber, su poder y su porfía.

Qué se admira y qué se olvida:

en ello late el albur que trazará su poesía

y canta el ave secreta que elige su compañía

y moja su inquieta pluma, para escribirlo, la Vida.

 

 

 

Poesía inédita de Daniel Schechtel (General Manuel Campos, localidad del departamento de Guatraché, provincia de La Pampa, 30 de enero de 1992) / Editor de la revista literaria Gambito de papel (La Plata, 2014 hasta la actualidad) / Selección de textos y fotos: jmp

1 comentario:

Anónimo dijo...

Escribe Daniel Schechtel en su muro de FB:

"Agradezco mucho la generosidad de José Ma Pallaoro, quien se topó con algunos poemas de mi autoría en una Gambito de Papel y me regaló un espacio en su antología bloguera de literatura platense para compartir algunos poemas inéditos (que no cabrían en ninguna obra cerrada).
Quien pase a leer encontrará poemas de momentos y estéticas algo diversos. Para brindar una imagen aún más completa, dejo acá uno compuesto hace poco, en este largo camino, siempre tentativo, de la Poesía.

DOMINGO


Cántaros del retorno, no exageren.
No derrochen canciones en mi anhelo
ni atavíen el hoy con sus ayeres.
Ya no creo en su siesta de palomas,
ni en su escondite cómplice de manos,
ni en sus legatos besos de violines
o el piano de baldosas de aquel patio.
Ahórrense luciérnagas;
oscuras, tácitas mi sed prefiere
las lágrimas acústicas
del solo melodioso que nos hiere."