MARÍA MOMBRÚ Buen día, sol



BUEN DÍA, SOL…

Pensar que pensaba en la muerte 
buen día, sol. 
Pensar que pensaba en la vida 
como en una agria tristeza 
buen día, sol. 
Pensar que pensaba en una larga soledad 
buen día, sol. 
Pensar que pensaba en una humanidad 
vencida 
en crímenes 
en fuegos apagados 
en gigantes descabezados 
buen día, sol. 
Pensar que no sabía 
que estabas esperándome jubiloso 
como un milagro en la ciudad 
buen día, sol, sol pleno 
pájaros 
altas hierbas 
parques 
buen día sol de Buenos Aires 
buen día amor agotador y manso 
buen día, corazón 
buen día, piel, aire, verde 
buen día…


MUCHACHA MUERTA

Ya estás allá. 
En el país de los terciopelos 
y las esquinas en fuga. 
Con la lengua azul 
y un continente de silencios. 
Con los ojos olvidados de la vigilancia. 
Con las manos hinchadas de uñas 
rojas aún por el esmalte.
Pensaste que no se iba a hospedar 
en tus entrañas 
si te encontraba con las pestañas pintadas
y el llanto reprimido. 
Pero ya ves. 
Llegó desde el fondo de la tierra, 
o del mar, o de las tumbas, 
o de los escudos heráldicos, o del 
recuerdo, o de los barcos abandonados. 
Usurera. Rabiosa. Bostezando. Girando. 
Tú pensaste que si abrías la ventana, 
el sol en su locura la atraparía. 
O que los viejos caballos 
y las voces la desolarían. 
Pero ya ves. 
Se adornó con tus senos 
apenas despuntando 
y saltó hasta tu boca espantada. 
Y ahora aun cuando todavía un llanto 
de alambre sacude a los demás 
(que no es por ti, es por ellos) 
aun cuando las viejas paredes, 
aquellas que tenían las marcas de tus diez, 
de tus once años, 
se revuelven, se confunden 
cuando escuchan tu nombre sordo, 
aun cuando todavía 
está tibia la funda de tu almohada. 
Tú estás allá. 
Sintiendo que tu cuerpo crece 
como un extraño, 
que tu cabellera es un puente 
para las orugas y los grillos, 
que tu sexo es una tortura olvidada, 
allá, en el país de los terciopelos 
y las esquinas en fuga, 
¡ah, muerta!...


CEREMONIA
(Fragmento) 

Se entretenía viendo bailar las prendas de ropa, que como enormes muñecos almidonados pirueteaban en lo azul. Pasaron cuatro gaviotas en hilera chillando, angustiosamente. El cielo estaba tan bajo que estirando el brazo podía tocarlo con los dedos. 
Era inútil que siguieran llamándola con esas voces estridentes y destempladas: -María a a a a…- ella necesitaba silencio -María a a a a… pensó las de su nombre huían vertiginosamente en el viento. Hacía muchos días que sólo quería su propia compañía; la urgencia se aplacaba estando sola como si de pronto se hubiera enamorado de ella misma. 
Rió en voz baja, apretando un poco los labios. El llamado cesó, y comenzó a escuchar su corazón contra la tierra caliente; un dulce sopor la envolvió. Miró hacia atrás y vio extendidos sus trece años  como una sucesión de libros grandes y fríos; días enormes con trenzas tirantes y problemas; una pirámide de fechas y tazas de café con leche: monotonía de lluvias y voces familiares, ficticios entusiasmos para acompañar alguna amiga; fingidos arrebatos patrióticos para justificar ser la abanderada de la escuela y por detrás, muy atrás, un aplastante aburrimiento sin principio ni miras de terminación. 
Cerró los ojos. Oyó la eterna cantilena: Es una chica triste -deletreó- triste, ua hermosa palabra; triste usaba traje negro, era delgada y corva como la luna menguante y tenía el pelo color zanahoria -bellísima- se sorprendió hablando fuerte y con desgano se incorporó y quedó sentada como un buda. Detrás del cerco de lihustrina saltaban los conejos; los miró con indiferencia pero se estremeció repugnada cuando notó que copulaban alegremente. 
(…)


El primer poema está incluido en Veinte poetas platenses contemporáneos, selección de Ana Emilia Lahitte, Ediciones Fondo Cultural Bonaerense, La Plata, 1963. El segundo poema en Primera antología poética platense, selección de Roberto Saraví Cisneros, Ediciones Antonio Zamora, Buenos Aires, 1956. El cuento “Ceremonia”, en América para los americanos, Editorial Losada, Buenos Aires, 1980 / 
María Mombrú (Resistencia, provincia de Chaco, 24 de noviembre de 1922 - Buenos Aires, junio de 1992) / Poeta, narradora, cuentista, autora y directora teatral, maestra normal y profesora / Durante la dictadura militar de Juan Carlos Onganía (1966-1970), por su adhesión al peronismo, fue sancionada (Plan Conintes) y expulsada de su cátedra en la universidad de La Plata, en la llamada noche de los Bastones Largos. Pudo retomar su trabajo en 1973, en el gobierno democrático de Héctor J. Cámpora. La última dictadura cívico-militar (1976-1983) la incluyó en una lista negra y por propia seguridad inició un exilio interior que termina con el advenimiento de la democracia a fines de 1983 / Estudió y vivió muchos años en la ciudad de La Plata / Selección y fotos: jmp / 

1 comentario:

Anónimo dijo...

“Corría el año 1971, yo cursado el segundo año de la universidad, María tenía un programa en Radio Provincia de poesía y cultura, ese programa era una cita obligada de muchos de nosotros, quienes hacíamos los primeros pasos en la escritura y la militancia. Con el empuje de José, mi compañero, le dejé a María un sobre con poemas en la Radio. A los quince días conversaba con ella frente al micrófono. Creció una amistad, su apoyo, dio a conocer mi nombre, como el de Néstor Mux, Osvaldo Ballina y tantos otros.
Recuerdo su casa, frente al Hospital Español, su enorme mesa de trabajo; su té con miel preparado con cariño antes de salir para la radio (pues después colaboré con ella); sus bronquios sibilantes por el asma; el limonero del patio trasero; las largas, largas charlas; su compromiso político siempre. Hay una imagen que no se borra, está fija en mí, una foto del alma: María, alta, con su poncho colorado, en su mano, enrollada, una pancarta enorme, el caminar agobiado por la pena: era el 20 de Junio de 1973.
Esa mujer que escribió, entre otros: Réquiem para mi corazón, con un toque prevertiano; esa mujer, de quien, todos los años se representa su obra: La muerte de un taxista; esa mujer que volvió a las aulas de Bellas Artes con la cabeza alta y amada por sus alumnos; esa mujer fue una de mis maestras/madres en este asunto de la poesía.”
Silvia Loustau, 12 de diciembre de 2009, de su blog personal