LA PARTIDA
(Prólogo)
A esta hora,
exactamente,
la partida se está
desarrollando.
Cada paso es un acto
memorable e incomprensible.
Cada pieza finge un
exacto antagonista
y un oculto secreto
nos ha involucrado.
Renunciar al día de
hoy o vivirlo
es contribuir a su
ley inescrutable.
En vano la razón
recorrerá los siglos
y las mitologías.
Esta partida simula
no ser real:
sólo la intuyen los
humildes.
TRÍPTICO
I
El sol cae.
Un horizonte de
apuntalada agua
le presta su borde
Iscariote
y entran en agonía
vertical
todas la cosas.
Busco mi sombra
inútilmente
y entiendo que me
estoy precipitando.
II
Todo acude a su
partida.
Va quedando del
mundo
un lugar impreciso y
turbio
en el que las nubes
se entrecejan
en morado
desconcierto.
Allí salta mi
cuerpo.
Allí mi agonizante
mirada
ensaya un último
pájaro
y también cae.
III
La obscuridad es de
absoluta desnudez.
Yo no tengo anverso
ni reverso
pero una brisa tenaz
recupera mi cuerpo
soplo a soplo
y me devuelve el
cenagoso curso
de las horas.
No me he salvado
y ya no sé si me
alejo
o me aproximo.
Señor, ¡cuánto he de
equivocarme
para merecer la luz
de la mañana!
EL INTRUSO
Han golpeado la
puerta.
Un ángel me está
interpelando.
La charla es amable
pero rehúso el diálogo:
su palabra provoca
desapariciones
y no estoy preparado
para la desposesión.
La ausencia de las
cosas me obliga a un soliloquio
(entiendo su arte).
Mi verbo no
restituye, sólo deforma.
La casa entera es un
esqueleto infame.
Su última palabra me
arrebata el cuerpo.
Soy sólo un
pensamiento sin posibilidad de acción.
La visión dura un
instante.
Mi mujer toca mi hombro
y hace una seña:
han golpeado la
puerta.
PRECIPICIOS
La mentira a uno
mismo
tiene muchos
precipicios.
El peor de todos
es esa amable ladera
que nuestros zapatos
perciben como un
llano.
EL TRATO HACIA LAS COSAS
El perfume de una
rosa
puede ser el bálsamo
preciso
pero de manos de un
verdugo
ocasiona la muerte.
PRIVADA DE MANÁ
No quiero que tu
boca resignada
se precipite en
cestos de basura
ni puedo tolerar
tanta impostura:
le están robando al
cielo tu mirada.
Está sufriendo un
hombre la estocada.
Está ensayando el
hambre una figura
y en nuestras manos
está la empuñadura
sin excepción por
todos soportada.
Tan sólo el hambre a
uno pulverice
para quedar millones
degradados.
Acaso yo te tomo los
costados
para que el barro no
te martirice.
Mayor es la
vergüenza que la afrenta
pues no tenemos
deuda más violenta.
BAJO LA
PIEL INTERRUMPIDA
A Juan,
sobreviviente de la tortura
El destino que fija
su mirada
facilitó el acero
fratricida
que no se arredra un
punto en la partida
para dejar la carne
sublevada.
Logra la sal en mano
agazapada
descender en la
noche interrumpida
y corromper la
víscera elegida
con implacable
lluvia depravada.
Luego otro cielo
aguja me propone.
Consigue calma el
hilo soberano.
Las tripas soy. ¡Aún
sigo latiendo!
La forma de la
muerte no se impone.
Vacía está la mesa
del gusano.
Destino, te degrado
resistiendo.
SIN GESTO EN LA MUERTE
Tengo que imaginar
que fuiste un hombre
pues no ha dejado
gesto tu partida:
la bomba en cada
esquirla repartida
a picotazos te
arrebata el nombre.
Me piden que me
aparte y no me asombre
si pasa algún retazo
de tu vida:
se está llevando el
agua a la avenida
las inefables letras
de tu nombre.
Y viaja inevitable
por los aires
y arriba a
inaccesibles marquesinas
algo de tu sonrisa y
de tu pelo.
Esto es Beirut,
Madrid o Buenos Aires,
donde han
sofisticado las espinas
y no todo tu cuerpo
tendrá duelo.
TUS SILENCIOS
Tienes el pudor
de los que están
llenos
de cicatrices.
Por eso callas,
para que la
compasión
no sea otra daga.
BESO PRIMERO
Toco las anheladas
riberas
de tu boca.
Ha concluido el
naufragio.
NADA
Como la madrugada
que entra en la
inexorable luz
de la mañana,
así yo en tu olvido,
sin resto.
ROSA DE LAREDO
Rosa de Laredo
venciendo al tiempo
y al espacio.
Rosa irrepetible y
siempre la misma.
Tu destino se
reparte generoso
entre las manos que
te requieren
y yo no puedo
asegurar que has sido mía.
Rosa de Laredo
nunca sabré tu
secreto, tu magia.
Para retenerte he
debido acuñarte en una palabra
pero sólo Dios ha
accedido a tu belleza.
TU PALABRA
¿Podré seguir
visitándote como hasta ahora?
Mi presencia es
constante
como el apego a la
tierra
que dura toda una
existencia.
Sin embargo,
los ojos de tu
corazón
aún no me reconocen
y yo sigo habitando
el mundo de lo que
no es.
Tal vez, si me
nombraras,
dejaría de ser un
ángel desterrado
porque tu palabra
se ha convertido en
el tiempo
de mi pena y mi
fatiga.
LA CERTEZA DE TU CARNE
I
Yo amo tu carne
elemental:
la que no toca mi
literatura,
la carne sin
civilización
y sin juicio final,
la carne sin ambages
ni amagues,
la carne
indispensable
que nunca es otra
cosa.
II
Las águilas del
sueño alzan vuelo,
queda tu carne.
Escucho el ladrido
del Cerbero,
no queda nada.
CIRCULAR
Con la palabra hice
de sus calles
una arena movediza.
La soledad me ha
conferido ese poder.
El instante será
siempre irreversible.
En vano fatigo mis
razones:
ella ha cambiado de
máscara
y una tragedia
implacable aguarda.
El futuro aún es una
palabra.
Cuando llegue,
nada dejará que me
haga pie.
MADRE
Las hojas secas van
al encuentro
de las raíces del
árbol otoñal
en donde perdura
victoriosa
la primavera.
SIEMPRE
¿Cuál es el hilo,
cuál la silenciosa
hebra que recorre mi
elemento,
que no me roza y,
sin embargo, siento
como se siente el
fuego de una rosa?
¿Cuál es la ligadura
que reposa
en cada hueso, en
cada filamento
y que no cede,
acaso, ni un momento
y nos convierte en
una sola cosa?
Tanto has viajado,
Amor, por mi retina
tanto llanto he
vertido por tus ojos
que aunque tu cuerpo
quede, se encamina
que son todos tus
muertos mis despojos.
No temas si tu carne
no perdura
porque el Amor no
admite sepultura.
LA CONDENA
No me define la
sucesión ilusoria de los días.
No tengo una
identidad real y convincente.
La senda recorrida
ha sido un espejismo:
siempre estoy en mi
principio.
Mi tarea es la de
narrarme a cada instante
para que algo de mí
exista
pero sólo la pena es
sustantiva
cuando se es del
tiempo.
EL PACTO
Otro día, otra
moneda
con la que el tiempo
negocia con la
muerte
el tamaño de mi
soledad.
LA METÁFORA MALDITA
Mi camino no tiene
fin.
Me traslado de
palabra en palabra
indiscriminadamente.
Mi territorio no
conoce límites
y todo descanso es
absolutamente momentáneo
Mi Troya se
funda paso a paso
y está sitiada por
mí mismo.
Mi nombre nunca será
una palabra.
Sólo he conseguido
engendrar una deuda infame:
más lenguaje.
EL ESCULTOR, EL TIEMPO
Porque me nombran.
yo permanezco.
Aunque no escape a
la impiedad de su arte
ni resista sus
minuciosas manos invisibles
ni sus múltiples
ensayos,
yo permanezco.
Aunque modele en mi
rostro
de la ingenuidad a
la serenidad todos los dolores,
yo permanezco.
Aunque su manía de
guardián de lo sucesivo
me duela en el riñón
y de frente y de improviso,
yo permanezco.
Aunque modele todo
el tiempo todo el almanaque,
con sus feriados,
sus santos y sus manchas de humedad,
yo permanezco.
Me borrará el rostro
inexorablemente
o en cualquier
momento
pero ya me he
salvada gracias a una palabra.
LA ESCRITURA
El camino se hace
con palabras.
Nada delante.
Detrás, el juego
perifrástico o acaso el eufemismo
es toda nuestra
obra.
Ya se han repartido
los limitados zapatos,
la silla de ruedas,
el bastón
y la voz a los
postrados.
Son nuestros
utensilios.
Van dibujando con
esmero el alfabeto insuficiente.
Aunque nos parezca
un borrador
sigamos avanzando.
De algo ha de servir
esta escritura.
LA OBRA
El atril está en su
sitio.
Tranquilo me
dispongo
a un obediente
violoncelo.
Mi obra es una
música segura:
cada sonido denota
una justa cadencia
y el silencio es
oportuno.
Los oídos están dispuestos
con la simetría
esperada.
Mi final no los
provoca,
es como el aplauso,
atinado.
IMAGINO
Imagino un Juicio
Final
en el que cesan las
palabras
pero no las cosas ni
los hombres.
Imagino un Juicio
Final
en el que estalla
el intolerable
silencio.
Silencio
indispensable
a tanta palabra
corrompida.
UNO
(Epílogo)
No me siento y no
avanzo.
No tengo reposo ni
meta alguna.
No estoy en un lugar
que admita un predicado.
No me preocupa ya el
lenguaje
y desconozco el
sentido
de la palabra
“humildad”.
No estoy solo
y no conozco a nadie
que no sea como yo.
No tengo deuda
alguna
y no recibo
gratificación
de ninguna índole.
No necesito ni el
perdón
ni la salvación
y no deseo nada.
Estoy igualado en la
ignorancia.
Edición
completa de: “La Partida”, U.N.C.P.B.A., 1997. Luis Maggiori nació en 1964 en Tandil y, actualmente, reside en la
ciudad de La Plata. Es Profesor en Letras. Publicó en poesía: “La Partida”, 1997;
y “El amor
navegante”, novela, 2005; “El sofista”, novela breve, 2007. Su último
libro es: “Los frutos del Árbol Real. Diez ensayos sobre Kabaláh y Literatura”,
2011.
Foto: Guillermo Pilía, Luis Maggiori y José María Pallaoro. Encuentro en
City Bell, circa 2008. Archivo de la talita dorada.
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