Graciela Falbo y JMP en La Plata, 6 de septiembre de 2021 |
El mejor modo de esperar es ir al encuentro: La primer antología (antojadiza, por cierto) bloguera de poesía y literatura platense / Editores: El Honorable Sr. Mondongo y José María Pallaoro
GRACIELA FALBO Llevé las piedras a su lugar sagrado y ellas me trajeron hasta acá
ADRIANA COSCARELLI Haikus y poemas inéditos
Haikus
I
Duende
de ausencias
esfumando
su luz.
Otoño
en sepia.
II
Pequeño
arroyo
en
confluencia con otros:
nacer
al Ganges.
III
Paciente
amigo
acompaña
mi noche
deseosa
de alba.
IV
Blanco
aleteo
traspasando
mi umbral.
Muerte
de cisne.
V
Se
abre una flor:
beso
de mariposas.
Sola,
la noche.
VI
Y
en cada otoño
también
la mariposa
vuelve
a lo eterno.
VII
Sabia ignorancia.
Entre copos de nieve
busco el camino.
VIII
Duerme
el deseo
en
la blanca bahía
Alguien
lo sueña.
IX
Viaja
un anhelo
en
cada noche ausente
La
luna espera.
X
Canto
de pájaros
taladrando este cielo.
Allí es la noche.
XI
Iridiscencia
de
peces y libélulas,
la
noche insomne.
XII
Blanco
arenal
de
oscuros peregrinos.
Huellas
sin paso.
*
Vuelos de la muerte en el Rio de la Plata
No escuché trabajar a los obreros ni sus voces.
Silenciosamente me tapiaron el mundo.
(Murallas,
Konstantino Kavafis)
Solían aparecer de noche o a plena luz del día
con sus túnicas impalpables
las cuencas de sus ojos extraviadas
en el horror del silencio
o la complicidad viscosa de los verdugos
telaraña de murciélagos
velando la tortura a cambio de su voz
-Una sola palabra y te redimo-
decía el eco
unasolaunaunasolaola
lo amortajó
*
A los militantes de la madrugada, a mi padre
I
de este lado de las sábanas
las pestañas diminutas se
entrelazan
en sueños de corsarios y
piratas
castillos de arena a
la orilla del mar
dragones ogros hadas
y duendes
dientes que el Ratón Pérez
alguna vez olvidó
del otro lado de las sábanas
bajo las persianas se
esfuma el olor del pan crujiente
los pájaros desperezan su canción
urbana
duda el sol asoma una
nube y se pierde la luna
el rocío se disputa
entre las flores y el asfalto
unos pocos son
entonces los dueños del tiempo y del espacio
de este lado de las sábanas
se atraen los cuerpos en la
sombra
hurgan avanzan
investigan
ceremonia iniciática de los
amantes
por la cartografía
incierta de los labios
del empeine de la nuca
de la piel
del otro lado de las sábanas
ya no importan las
noches ni los días
sucede el mundo
simplemente sucede
siempre afuera
del revés de la trama
del otro lado
por los intersticios
II
persistiendo
de este lado de las sábanas
los revolucionarios sueñan
cambios y utopías
los poderosos
insomnes calculan sus ganancias
desvían el camino maquinan
sus maldades
contactan los santos la
misericordia de Dios
para que salve al
hombre y su universo
y es allí
del otro lado
donde se hornean treguas alianzas y traiciones
donde una carta mata a Rodolfo o una foto borra a José Luis
y es allí
siempre allí
del otro lado de las sábanas y de los sueños
donde ellos cargan la noticia al hombro
y la reparten silenciosos por los umbrales
cuando la realidad se zambulle en la pecera
y la luz se enciende y se enciende una voz
palabra de los que militan en la madrugada del
mundo
y lo despiertan al alba y lo amanecen de luz
*
Del amor
cotidiano
día
a día la vida
se nos hace cabalgata
se
nos corre por momentos
el paisaje
lo que era llanura certera
y cómoda
se nos cambia en mar bravío
o en escarpadas rocas
pero
de pronto
en la mirada
en la palabra
en la caricia
en la sonrisa
en el abrazo
en el silencio
se nos reordena el universo
suele
ocurrir de noche el milagro
cuando
tu mano se entrelaza
en
el sueño con mis dedos
y es el amor
un bálsamo
un compás de melodías
tu aliento
*
Funámbula
Tensa e infinita. Inciertamente segura
en su paradójica flexibilidad de equilibrios.
Mis ojos se abrieron en una suerte de
picada invertida para contemplar, azorados, el techo de la carpa. Entonces, el
circo era para mí el Universo. Aunque lo habían montado en el mismo descampado
del barrio donde mi hermano mayor solía jugar a la pelota, y yo supiera que era el barrio el que cabía
en el Universo, y no al revés.
Cada vez más tensa. Y mi espera colgada
de aquella cuerda, cordón umbilical alimentando futuros vértigos, confundidos
con el mío.
Todo no era más que un desfile inútil
de animales amaestrados, payasos, trapecistas, acróbatas y malabaristas...ante
mis ojos succionados por aquel vacío expectante.
¿Cuántas veces entraría mi altura en la
distancia del piso a la cuerda? Diez, cien, miles...Tan lejos estaba de mis
ojos, que por momentos me resultaba difícil verla. O no, no era la altura, eran
las luces. El destello que de pronto iluminó su delicado cuerpo, sus hábiles
pies de equilibrista. Recortada en el vacío, sustraída a la oscuridad del Universo,
mi mirada se transformó también en un hilo acerado.
Tenso, cada vez más tenso… como esta
sensación en la boca del estómago donde un dragón comienza a devorarme,
mientras aquellos pies caminan sobre el incierto filo.
*
Espejos y
fisuras
Y ella lee el prospecto que profetiza
el síntoma.
Busca en el diccionario la
definición exacta: “alteración del sentido del equilibrio, caracterizado por la sensación de
inestabilidad y de movimiento aparente
rotatorio del cuerpo o de los objetos presentes”. Nada dice de los sentimientos
(nada sabe de ellos en su lenguaje objetivo, donde cada palabra es lo que es,
sin duda, sin discusión, sin variación, sin vida...casi). Y sin embargo,
también giran.
Y ella acepta que sea la
progesterona la responsable del vértigo.
Ella acepta y decide que lo mejor
es acostar el mareo sobre las sábanas arrugadas del día anterior, y soñar que
se trata de aquel viaje en barco por el Egeo, que se repite lejano.
Cierra los ojos y recuerda el horizonte o más bien la pérdida del horizonte,
porque ya no hay línea que divida mar y cielo, y todo es azul profundo.
Y se pierde entre las olas, con
los ojos bien apretados para ahuyentar el vértigo.
Se deja mecer, se deja caer.
Cae hasta besar medusas y
corales. Permite que el vértigo se duerma junto a ella, porque ya nada resulta
evitable, y todo es como debe ser, igual que en el diccionario.
Y entre las aguas siente una
lágrima que también se marea, y se
pierde en el fondo. En el fondo del fondo... iridiscente, donde los granos de
sal heridos por el sol se vuelven amatistas.
Adriana Coscarelli (La Plata, 21 de septiembre de 1959). Profesora en Letras (UNLP), con diploma en Didáctica del Español como lengua segunda o extranjera y Dra. con orientación en Lingüística (ambos títulos de la UBA); actualmente es docente en el Liceo V. Mercante, la Facultad de Humanidades, la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP e investigadora. Publicó dos libros de poemas: Entre cielo y tierra (Corregidor, Buenos Aires, 1999) y Haiku (Ediciones Tusitala, La Plata, 2002). / Fotos: jmp
CELIA DE LUCA Un pájaro acaba de inventar el cielo y poemas inéditos
I
Oscuridad en este perfil de mi
rostro.
Oscuridad
en esta continua abjuración del ser.
Y sin embargo hay algo
evanescente
en la
travesía de la tarde:
desde tu espalda,
desde tus ojos
un
pájaro acaba de inventar el cielo.
(En los despojos de un exilio
hemos gozado con la precaria
ignorancia de la belleza.)
No compares tu dolor
con mi
crueldad:
entre las piernas
el deseo
puede herir al juego.
Basta de no decir algo del
poema,
algo
que
ablande al agua calcinada
en diamante.
Algo
como
el viento reducido
al
vuelo de un ave
capaz
de escoriarme
la
carne nocturna:
ese animal que paga con la muerte
su minuto de asilo
en el fondo de tus ojos:
(Sin embargo espero
como Dios espera la piel de los
inocentes
para tatuarse.)
II
Nadie puede alejarse
del fuego
ni de
las cosas terribles.
Fuera
de las palabras
no más casa.
Suele suceder que un sueño
parido
prematuramente
envejezca
un bosque sobre tu carne
y
muerda en tus ojos
su
fronda luminosa
de perro estrellado.
Entonces
déjate errar
hacia el silencio
o
empoza cada palabra en el corazón
para
no decir
el
otro nombre de tu muerte.
(Los espejos pulverizarán su
inocencia
para que Dios olvide
nuevamente.)
III
Los metales
adquieren
todas las formas de la muerte.
Ésta
es mi máscara:
un papel de arroz.
Cómo asumir el rostro
que la
desmemoria me adjudica,
si la
brisa
cuece del arco iris
lo que mañana
ha de
ser celebración de la tristeza.
(Frente a esta penumbra aún
es verosímil un reflejo:
sólo es agua el reverso del
diamante.)
POEMAS INÉDITOS
animal en llamas,
la
noticia se propaga en los desarmaderos de la lluvia:
se muere este domingo
como
morirá la memoria de la luz
cuando
se encienda el primer candil
Una
mano cerrada y en su palma la misma noche dentro
negra
y absoluta en su ceguera,
espejo
boca abajo
Lentas
las calles que han respirado bajo nuestras sombras
pasan
una a una
nada
volverá a ser
Habrá
otros amaneceres donde tu mano se aferre a la mía
donde
el sudor del olvido deje intacta la sangre
y nos
regrese del exilio
Estos
y otros seremos
en los
cotidianos gestos de la ternura
en la
melancolía de los muslos
en la
fiebre de la mirada.
Iguales
a la hora del milagro
iguales
en el segundo del dolor.
(La
ciudad se detiene en sus campanadas
en
las hojas que jamás conocerán al río)
Marzo de 2015
a visitar los trenes he ido,
quedo
mirándolos
y no
se trata del crepitar de la tierra bajo los pies,
esa
sensación de que algo se desprende en la noche
el
olor rancio entre gasoil, sudor y lejía
distinto
de otros olores,
las
manos en los bolsillos contando las silabas
mientras
tu vocecita aún lee la prosa del transiberiano
y da
vueltas en mi sangre:
“Dime, Blaise, ¿estamos muy
lejos de Montmartre?”
Pero
aquí no hay transiberianos,
sólo
tristes andenes y vías casi muertas donde la miseria y la ignorancia
tienen
su fiesta a diario.
Estoy
sola en el frío
mirando
un tren que se va.
Marzo de 2015
Ahí está parada en la vereda,
fina,
limpia y dueña de una seducción asimétrica
como
la de las nubes.
Sólo
deletrea mi nombre,
pero
aún no me llama,
no lo
canta con la voz de mi madre.
La
dejo estar recortada en esta luna feroz de diciembre,
mientras
una taza de té entibia mis manos
como
las entibiaron los pechos del aire
que sí
me llamaron para destrozar mi aliento entre sus muslos:
piel y pellejo
mordedura de una lágrima
tatuada en el revés
de su lengua,
gemidos huérfanos
cautivos en una almohada
donde no hay reposo
vaivén de mariposas y estrellas
fuego que humedece lo que toca
y no devora las entrañas
lentas del olvido.
La
misma ausencia ahogándose en un grito hasta morir con la boca cubierta.
Sola
ahí fina y limpia, parada en la vereda de este año
donde
todos fuimos un poco peregrinos del desamparo,
espejo
de mí en el que aún me miro y aguardo en silencio
la luz
de tu candil, las letras de mi nombre.
Diciembre de 2020
No tenía ganas de escribir,
sólo
me senté a ver la vida que rueda como monedita
desde
este lado donde es diciembre
y los
jazmines comienzan a hacer su marcha hacia las palmas de mis manos,
me
senté a esperar que venga una ola del mar de la china
que
traiga farolitos y mariposas
y se
lleve los agrios trapos de los muertos.
Me
senté entre la pila de libros y los ruidos de los muebles,
afine
el oído y acompase el corazón entre las letras y las vetas
construí
una ventana nueva que da a todas las despedidas
y
tengo una cocina pintada con la sangre de una lechuga.
Me
senté en esta noche a cortar hojas para enhebrar los sueños
Sin
saber que algo de todo rodará hasta tu umbral como una monedita
para columpiarse
en tus manos.
Diciembre de 2020
Ya las cuchillas se han
retirado del campo de batalla
y toca
desmontar sigilosamente el árbol
también
pasó a retiro la tropa de cucharones, peroles y trapos.
Sólo
basta un instante entre el agua que corre y una alacena donde se cobija la
soledad,
para
afirmar:
las fiestas han
terminado.
Queda
abrir las ventanas
dejar
salir al sol que alguien trajo en una mandarina
levantar
las migas que dejaron los muertos,
vendarse
las muñecas rotas
alinear
la sonrisa con los pies
y
salir a transitar la historia de esta mañana.
Enero de 2021
En
Dossier para el olvido, Editorial
Vinciguerra, Buenos Aires, 1996 y poemas inéditos / Selección de textos y fotos:
jmp / Celia De Luca nació en La Plata el 17 de octubre de 1960